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Patrick O'Brian no sabía hacer nudos marineros, según revela la primera biografía del escritor El gran autor de novelas náuticas fallecido carecía de experiencia en el mar

Tanto escribir de los chafaldetes de las gavias y de la navegación a bolina y en realidad no sabía hacer nudos. Las revelaciones sobre Patrick O'Brian, fallecido el pasado 2 de enero a los 86 años, continúan y cada vez son más sorprendentes. El célebre autor de novelas náuticas, las mejores del género según los entendidos, no sólo se inventó una personalidad inexistente -en realidad se llamaba Richard Patrick Russ y era inglés, y no irlandés-, sino que además, y esto asombrará a sus millones de lectores en todo el mundo, al parecer carecía de experiencia de primera mano en el mar. Así se desprende al menos de la pormenorizada biografía, fruto de una labor cuasidetectivesca, que acaba de publicarse en EE UU (Patrick O'Brian: a life revealed, Henry Holt & Company), obra del norteamericano Dean King, autor anteriormente un par de deliciosos libros de referencia sobre las novelas de O´Brian. King señala que la experiencia náutica de la que alardeaba O'Brian era tan inventada como su pasado irlandés. Apunta que el escritor nunca navegó, nunca tuvo ni un bote en Colliure y jamás supo hacer un ballestrinque o un as de guía. En esto cuenta con el testimonio de Richard Russ, el hijo de O'Brian, que sirvió en la Royal Navy y le dijo a King que su padre no sabía hacer ni un sólo nudo marinero. Es asombroso pensar que millares de apasionados lectores, entre ellos marinos consumados y hasta almirantes, repasan minuciosamente las maniobras de los barcos de las novelas de O'Brian, aplaudiendo su pertinencia. Un milagro literario.

Retrato sombrío

El retrato humano que surge de la biografía de O'Brian -que Edhasa, su editorial en España, planea publicar hacia Navidad- es bastante sombrío: un hombre que abandonó sin recursos a su mujer y a sus hijos pequeños -Richard y una niña aquejada de espina bífida-, que renegó de su apellido y de su familia y que engañó a todo el mundo. Un tipo que alardeaba de unos orígenes aristocráticos falsos y de una educación de clase alta que no tuvo -ni siquiera fue a la universidad, según King-. Un esnob que gustaba de los clubes londinenses más selectos.

O'Brian dejaba entrever en su conversación que había desempeñado un papel relevante, incluso heroico, en los servicios secretos aliados durante la II Guerra Mundial y que ése era uno de los motivos de su feroz reserva al hablar de su vida. En realidad, según King, sirvió en Inteligencia, pero en un despacho. No le aceptaron en la Navy -a él, que luego escribiría la mejor serie naval sobre la marina de Nelson jamás escrita- ni en la RAF.

Nieto de un peletero de Leipzig emigrado a Londres e hijo de un médico especialista en enfermedades venéreas, O'Brian tuvo ocho hermanos y perdió a su madre a los tres años. Niño enfermizo, sintió un gran aprecio luego por la segunda esposa de su padre, Zoe Centre, cuyo primer marido había sido -atentos al dato- un cirujano naval (como uno de los dos principales personajes de O'Brian, Stephen Maturin) muerto en Gallipoli. Para crear a su otro gran personaje, el capitán Jack Aubrey, O'Brian se inspiró en su hermano mayor, Michael, al que idolatraba y que murio al ser derribado su avión en la II Guerra Mundial.

O'Brian abandonó a su mujer y a sus dos hijos pequeños en 1940, y en 1945, tras casarse de nuevo con Mary Tolstoy, cambió su nombre por el que le hizo popular. Según King, la actitud de O'Brian hacia su hijo Richard fue siempre hostil. No vio nunca a sus nietas ni supo antes de morir que iba a ser bisabuelo. Al romper con su pasado, también cortó la relación con sus hermanos, y con uno de ellos, Barney, tuvo un feroz encontronazo al creer que iba a desvelar datos sobre su vida. El que se hiciera pública su verdadera identidad en 1998 le produjo otro ataque de cólera.

King no ofrece en su biografía una respuesta indiscutible a la pregunta de por qué O'Brian abjuró de sí mismo, pero apunta que quizá trató de borrar una página de su pasado que le parecía indigna de la gran obra épica de honor y coraje que quería escribir. Y que escribió.

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