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Programación para un año

JOSU BILBAO FULLAONDO

Son numerosos e importantes los actos culturales que la sociedad España Nuevo Milenio tiene previsto llevar a cabo en Vitoria. En este preámbulo de milenio puede suponer un impulso importante para una ciudad con un importante crecimiento industrial y una memoria agrícola todavía fresca. Esta pintoresca dualidad hace que los estallidos artísticos (en su más diversa índole) se acojan con interés y expectación. Para mantener el interés de esta buena recepción, actitud estudiada por los gestores de este tipo de iniciativas, se han elaborado folletos, a modo de dietarios, de los acontecimientos previstos para la temporada. Un ejemplo es el catálogo que recoge la programación de todo el año para la Sala Luis de Ajuria. De las 20 exposiciones previstas para este 2000, cuatro se relacionan con la fotografía. Aunque uno siempre desearía más, es una proporción importante y merece un aplauso. La única objeción es el poco tiempo que se mantienen en cartel. Doce o quince días no amortizan ni el esfuerzo del montaje ni la ilusión de su preparación. La brevedad hace que muchos espectadores se queden sin ver lo que querían y las prisas hacen efímeras unas obras que no se lo merecen.

En este espacio de arte y cultura expone hasta el próximo miércoles Teresa Herrero (Artzeniega, 1943). Presenta Adentros 3-Vitoria. Es la continuación ampliada, hacia otras áreas urbanas del entorno vasco, de aquellos Adentros-Bilbao que pudimos ver en el Museo Vasco o en la Galería Aritza de la capital vizcaína. El desarrollo de este inagotable proyecto se lleva a cabo con la riqueza de la experiencia anterior. Se nota una mirada más precisa. Los trozos de fachadas de edificios que ella recoge son un canto a la presencia humana. No se ven mujeres ni hombres, solo queda el rastro de su paso por ese lugar. Son huellas de vivencias e ilusiones que, merced a unos planos muy cerrados, expresan toda una carga emocional repleta de intrigas y emociones.

Los colores fríos a los que recurre la autora incrementan el suspense de la historia más inaudita que uno puede imaginarse, dentro de ese escenario surgido de los rincones más olvidados de la otra ciudad, la que no sale en las guías turísticas. Todo se envuelve por un velo de ingenuidad que denota fragilidad en el control de la cámara oscura. Faltan contrastes de luces, precisión en los matices y resaltar las texturas. Carencias vanas cuando se trasluce ternura, compromiso social y aproximación sincera a los desvalidos.

M'Angel Manovell (Palencia, 1962) fue la que inauguró el año, pasó como una exhalación y apenas pudimos disfrutar de sus trabajos. Su trayectoria nos da una clara idea de esta mujer de la que podría decirse que su vida es la fotografía. Explosiva e intimista, no cesa en una búsqueda que, provista de un timbre dramático, con ella resulta liviana y divertida. Siempre exhibe novedades. Pequeños detalles pudorosos que crecen con el tiempo hasta conformar un estilo muy personal. Puede tratarse de instalaciones o retratos cargados de garra expresiva. Así resulta el contrapicado de Juan. Las luces duras que proceden inclinadas desde el techo hacen del rostro del personaje una especie de máscara cuya ambigüedad multiplica las esencias del individuo.

Para los meses que vienen nos queda por ver los trabajos de Ana Lidia Compañón, estudiante de Bellas Artes en Bilbao y ganadora del 49 Certamen de Arte Alavés con la fotografía (técnicas mixtas) Made in Mother. Un brumoso primer plano de alguien que parece mecerse en un sueño prolongado y no quiere volver del mismo, una forma de muerte en vida. Por último, la cuarta exposición se dedica a un V Certamen internacional que viene avalado por la Federación Internacional de Arte Fotográfico. Una posibilidad abierta a un amplio espectro de amigos y aficionados a la fotografía donde pueden descubrir al público su buena utilización del invento.

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