Energía desde las antípodas
¿Cómo llamarlo? Neotap, posclaqué: puede ser. Este potente y dinámico espectáculo venido de Australia y precedido de éxito en medio mundo derrocha energía, humor ácido, técnica teatral y, sobre todo, una fuerza vital que envuelve al público. Con un decorado de ambiente posindustrial en el que aúna el high-tech con la estética decontructivista, seis bailarines, verdaderos atletas, desafían el plano inclinado, se vuelven socarrones, irónicos y mezclan el hip-hop con modos del break hasta llegar a los códigos más actuales de los artistas urbanos. Con un resultado excelentemente reglado al milímetro dentro de una música de buena factura rockera, unas luces blancas y duras, engrandece el virtuosismo que se desgrana a lo largo de la obra. Hay números impresionantes: la bandeja de agua, las cuerdas tensadas, los soldadores. Es un baile serio donde habita una poesía seca y fría como el acero de las tarimas; una lírica sin flores ni coronas, donde, a la vez que viril, la ternura aparece en los caracteres de los muchachos: el chuleta, el grandullón, el listillo, el niñato. La danza no es nada sencilla y reúne el entrenamiento convencional -apreciable en giros, saltos y cuadraturas- con un sabor de arte callejero. Hay que mencionar a Sheldon Perry, una especie de Puck shakespeariano que no para un instante y se le siente alma de la velada. Daban deseos de que siguieran gastando punteras y tacones.
"Tap Dogs"
Coreografía: Dein Perry; diseñador: Nigel Triffitt; música: Andrew Wilkie; luces: Davis Murray. Teatro Coliseum, Madrid. Hasta el 2 de abril.
Babelia
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