Precio
Como llevo un tiempo sin leer demasiado la prensa (el conocido efecto de pase de mí esta campaña) no sé si se ha comentado, y espero que vituperado, el espantoso anuncio del incendio hecho por una empresa de subastas, a la que deseo una quiebra fulminante. El anuncio consiste en que los vecinos de un inmueble en llamas pujan el precio de ser rescatados por los bomberos. Un vecino se tira porque ha logrado un acuerdo económico con los bomberos y en ese momento los bomberos retiran la lona en dirección de otro segundo vecino; éste les acaba de ofrecer más dinero. El primer vecino se estrella contra el suelo y el mensaje -literal- es "todo tiene un precio". Una basura.Seguro que algún astuto lector piensa que cuento lo del anuncio para comentar lo del precio de la paz que mencionó el obispo Setién. Pues no. A Setién hay que dejarlo en paz porque se ha jubilado y porque además tenía razón. A no ser que en serio alguien se crea que la paz se regala o que a la muerte solo se responde con muerte. A estos radicales de la paz me gustaría verles cómo resuelven lo de las mujeres asesinadas por sus maridos. Se supone que para estas puras gentes, como la paz no tiene precio, no tendría sentido invertir tiempo (precio) en convencer a los maridos agresivos, no merecería la pena dedicar esfuerzo alguno (precio) a transformarlos; lo que hay que hacer -según ellos- es matarlos antes de que den salida a sus peligrosos instintos. Así de radical, así de estúpido, así de inútil. O sea que claro que hay precio para la paz. No cualquier precio, pero sí un costo, un esfuerzo transformador. Un precio.
Lo del anuncio va por otro lado. Va porque nos escandaliza y porque a lo mejor no deberíamos ser tan hipócritas. No, por supuesto, porque nosotros también hacemos las mismas cosas que estos bomberos sinvergüenzas, sino porque a lo peor pocos -poquísimos- asuntos en nuestra vida cotidiana no se rigen por el estricto patrón de la relación coste-beneficio. De vez en cuando conviene preguntarse cuántas decisiones gratuitas tomamos a lo largo de los días, en cuántas ocasiones no somos como los bomberos bandidos y en consecuencia no exigimos una recompensa proporcional (decidida por nosotros como proporcional) a nuestro supuesto esfuerzo.
Cuando se demandan estructuras de vida social y política comunitarias, cuando se defienden las virtudes de las identidades compartidas, pudiera ser que se esté tratando de salir de este desolador escenario del precio para todo, en toda ocasión y dependiendo de la capacidad económica de cada uno. A los que les ha tocado el papel de vecinos en el edificio en llamas se sentirían desde luego mucho más seguros en un mundo en el que nadie nunca tiene en cuenta ningún argumento o interés para dejar a nadie que se muera. Y ello ocurre así porque comparten con los otros una forma de vivir o de lo que sea; porque los otros son ellos mismos. Sospecho que preferirían vivir en un mundo así, que algunos critican porque dicen que es opresivo para la libertad individual, que en un mundo en el que la libertad individual consiste en poder ser libre para poder pagar el seguir viviendo (y cuanto más se pague mas tiempo de vida) o en el que tal libertad consiste en poder despreciar la muerte del otro si no me paga.
Y bien pudiera ocurrir que los bomberos del anuncio también prefiriesen vivir en un mundo donde no se le pasase por la mente no poner la lona a un vecino pobre. Porque ese vecino era su vecino, con el que tienen cosas en común o creen que tienen cosas en común que les impide ignorarle; y porque no creen que ser libre consista en que te paguen el precio que pones a todas las cosas. Quizás serían unos bomberos un poco raros, pero a mí me gustan.
Solo aparentemente esta reflexión llena de buenas intenciones no tiene nada que ver con las elecciones. Solo aparentemente. Si se fija uno bien, está claro a quién hay que votar. Es broma.
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