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Roseland ofrece al público infantil donostiarra 'Blau Mari', una obra de danza basada en una leyenda china

La compañía catalana Roseland representará mañana en el Teatro Principal de San Sebastián Blau Marí (12,00), uno de los espectáculos más aplaudidos de su dilatada trayectoria. El montaje, creado en 1987, propone un viaje por el fondo del mar que se sustenta en una equilibrada combinación poética de danza, música original y una trabajada gestualidad teatral. Así se ha ganado Roseland al público infantil, convertido de hecho en la razón de su existencia. Blau Marí, inspirado en una leyenda china que data de hace más de 3.000 años, narra la historia de Xang, un niño que quiere salvar a su pueblo de un emperador que les ha arruinado con los impuestos. El protagonista se lanza a la aventura para buscar un tesoro en el mar. "Este viaje", dijo ayer la directora de la compañía, Marta Almirall, "es como una caja de sorpresas. Los mejillones bailan claqué, las sardinas hablan y sobre el escenario aparecen medusas hipnotizadoras".

Con todo, el montaje es para todos los públicos. "Un espectáculo", aseguró Almirall, "no tiene que tener edad; debe ofrecer una lectura para los niños y otra para las personas más mayores. En Blau Mari, como hay un tratamiento plástico y musical muy importante, todo el mundo encuentra su punto de enganche".

La compañía reivindica "los espectáculos infantiles de calidad", pide que los teatros no los dejen en un segundo plano de su programación. "A los niños hay que respetarlos", manifestó la directora de la compañía. "Son inteligentes y tienen lo que nosotros ya hemos perdido; un especial sentido de la percepción. Captan cada detalle y eso se cuida mucho en nuestros montajes".

Roseland, que hizo una incursión en cine con Tic Tac, tiene una concepción del espectáculo como creación integral. Idea todas y cada una de las fases de cada montaje y cuida con especial mimo la puesta en escena, la carga visual de la obra, su colorido.

Blau Mari, que ha girado por Estados Unidos y ha recalado en China en dos ocasiones, se enmarca dentro de la apuesta de Donostia Kultura por generar la afición por las artes escénicas entre el público que asistirá a los teatros en el futuro. La experiencia se inició en la casa de cultura de Lugaritz, se extendió a Egia y quiere ahora consagrarse una programación estable en un espacio escénico del centro de la capital donostiarra.

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