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Una exposición demuestra que Cristo es el personaje más retratado del arte occidental La National Gallery de Londres acerca el misterio de la unión de lo divino y lo humano

Isabel Ferrer

Cualquier occidental podría describir el rostro de Cristo: las facciones alargadas, una media melena castaña y una barba no muy larga. El Nuevo Testamento no incluye una sola descripción de su aspecto personal, pero la imaginación de los artistas ha sido asimilada por el espectador como si de un retrato del natural se tratara. La National Gallery de Londres ha reunido una selección de la faz del Salvador a través del tiempo, que demuestra cómo la pintura, desde las tablas flamencas a Dalí, ha humanizado su presencia sin traicionar sus aspectos teológicos.

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Un mensaje universal

La apertura misma de la exhibición, titulada Mirando la Salvación, resume las dificultades superadas por los pintores que han abordado la figura de Jesucristo. Un grabado de Theodore Galle recibe al visitante. Extraído del libro El verdadero cristiano, firmado en 1603 en Amsterdam por Johann David, presenta al Nazareno en plena Pasión posando para la posteridad. Los artistas que le rodean copian a toda prisa a tan insólito modelo, conscientes de que sólo les ha concedido un instante extraordinario. A falta del personaje auténtico, el rostro más retratado del arte occidental ha evolucionado desde la simbología del pez utilizada por los primeros cristianos, el pescador de hombres, a las dos primeras letras que forman su nombre en griego XP (Khristos) equivalentes al hebreo Mesías. La metáfora del buen pastor ha llegado a Londres desde el propio Museo Vaticano en forma de pequeña escultura de mármol. Fechada a finales del siglo III o principios del IV de nuestra era, presenta a un joven cargando con su oveja, por la que será capaz de dar la vida. El sufrimiento que ello conllevará no se refleja aún en el rostro del muchacho romano, algo que el pintor español Francisco de Zurbarán consigue de la forma más austera.

Tragedia griega

Su famoso Agnus Dei (1635-1640), un cordero con las patas atadas sobre una losa, solo e indefenso en espera del sacrificio, dará paso con el tiempo al Cristo humanizado. En cierto modo, el que mejor acerca al creyente a la Redención. Con todo, el emocionado recogimiento que Zurbarán deja traslucir en su cordero pascual sólo es igualado por otro artista español, Bartolomé Esteban Murillo, del que la galería británica ha escogido El Niño Jesús descansando sobre la Cruz (1670).

Para un pintor del que no se espera el retrato crudo y sangriento del camino al Calvario, comparado por el crítico británico Richard Cork con "una tragedia griega por su dolorosa lentitud", Murillo consigue sintetizar en el lienzo el misterio de la cristiandad. Su Niño parece dormir ajeno al futuro, pero lo hace sobre una cruz hecha a medida. Es más, bajo su brazo derecho descansa una calavera, pegada a un cuerpo tan indefenso como el del cordero de Zurbarán. Para un público contemporáneo, la evidencia de la mortalidad y la promesa posterior del Cielo del pintor tal vez resulten demasiado pedagógicas. Como si fuera una clase de religión. La dulzura de facciones del durmiente y el evidente cuidado con que ha sido distribuida la escena, "evita que acabe convirtiéndose en un sermón", según Cork.

Aunque la exhibición sólo incluye 79 objetos en total, la intensidad de algunos hace que el público la recorra con más calma de lo habitual. En la sala que refleja de manera directa el sufrimiento de la Pasión, llama la atención otro lienzo de Zurbarán, El velo de Santa Verónica (1635).

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