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Retazos de piel y recuerdo

JOSU BILBAO FULLAONDO

La exposición fotográfica de Joxean Olazagoitia (Vitoria, 1961) promovida por la Diputación Provincial de Cuenca, y que en pocas semanas se exhibirá en Vitoria, causa un impacto tremendo. La piel in memoriam, con cierto sabor amargo, es una colección de imágenes concebidas como un mecano. Son retazos de figuras humanas ensamblados convenientemente. El sentido global se construye en una unidad de múltiples iconos. Abre una reflexión sobre el ser y la nada, los límites de la realidad. Es una figuración transmutada donde los cuerpos son un recurso simbólico de un pasado tormentoso. Se plasman en tenebroso naturalismo. Dejan florecer sugerencias y engendran pensamiento profundo. A falta de la verdad absoluta, todo es fotografía, es decir, apariencia.

Joxean Olazagoitia siempre manifestó cierto grado de rebeldía. El día de su primera comunión le regalaron una cámara, pero prefería el reloj. Cuando llegaron los años de instituto no quiso estudiar. El padre, empresario, deseaba para su hijo una vida convencional, y un trabajo en el entorno familiar tampoco dio resultado. A la fotografía llegó (dice con ambigüedad irónica) por amor. Despertó con la pasión hacia una hermosa mujer. Enamorado, la hizo retratos de noche y de día, vestida y desnuda, en playas y prados, con flores en el pelo y también sin ellas. Aquello terminó. La chica se fue y no volvió. Atrás quedaba un mundo de imágenes, una historia paralela creada de manera ficticia, cercana a la realidad pero solo aparente. Algo que se iba a convertir en motivo de reflexión constante.

Un aprendizaje y especialización en técnicas fotográficas avanzadas le incorporó al mundo profesional. Hoy su actividad navega en dos vertientes. La publicitaria es solución de necesidades perentorias y la artística satisface y alimenta el espíritu. Es la suya una trayectoria sellada con premios, publicaciones, becas y exposiciones, siempre marcada por el recuerdo imborrable del pasado, fuente de emociones para sus creaciones más recientes. Llegó al público con un audiovisual de impacto y sensación. Planteaba le perpetuación del instante tiempo e instante emoción en 29 segundos, un combinado indigesto para muchos espectadores. Siguieron dos instalaciones. Montajes en blanco y negro para confrontar una sexualidad diferente a la convencional. Imágenes sin rostro. Hombres con apariencia de mujer y a la inversa. Estas experiencias fueron sucedidas por el formato expositivo plano. Primero, Sugerencias, en el Museo de Durango. Luego, De statua, de re aedificatoria, della pictura donde se establecía una relación entre foto, pintura, escultura y arquitectura. Ahora en La piel-in memorian, claro exponente de una trayectoria ascendente, las texturas de manera especial, las formas y el fuego de pasiones se entrelazan para abrirnos un cosmos repleto de cicatrices. Así lo dejan ver la unión entre cada uno de los retazos fotográficos que conforman las 35 piezas del conjunto. En algunos casos juega con el color en un abanico cromático muy opaco. Las piezas del puzzle se realizan con polaroid (instantánea) para que la toma no se diluya en el tiempo de mecanizaciones más complejas. El juego del montaje y composición final se abre a distintas variantes. Sus títulos Corazón, La dulce muerte, El brillo de tus ojos, son orientativos del contenido pero no previenen para algún sobresalto que otro. Así ocurre con Re-Flexión. Sus trece piezas conforman la espalda curvada de una persona que acepta en su columna vertebral la espina de un pescado para provocar una escalofriante sensación de fragilidad.

Con texto de Pilar Albajar se recoje todo en un catálogo manejable, austero, de los que se pueden ojear cómodamente sentado en un trayecto de metro o autobús y nunca dejaré de reivindicar. Un folleto práctico, alejado de la soberbia de esos tomos voluminosos, con dimensiones inabarcables, que solo sirven para decorar y, sobre todo, para arquear las graciosas baldas del salón que con tanto cariño elegimos en la tienda de muebles la tarde de un sábado.

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