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Entrevista:JOSÉ LUIS BARROS -AMIGO, MÉDICO Y ACTOR DE LUIS BUÑUEL

"Buñuel fue un gran seductor, actrices y actores lo perseguían"

Es ya uno de los pocos amigos que acompañó durante los últimos 30 años, hasta su muerte en 1983, a Luis Buñuel (Calanda, Teruel, 1900), genial cineasta y espíritu complejo. De él dice que por encima de otras muchas cualidades era "un gran seductor". José Luis Barros, también médico ("eso era secundario") y actor en varias de sus películas comparte con Buñuel ese poder atractivo y algo más. Ellos dos, a los que a menudo se les unía José Bergamín y otros hombres de genio, fueron en los años aciagos de España esa generación vital, culta, cosmopolita y ávida de conocimientos, que la dictadura aplastó. Con su mirada viva e inquisitiva, gallego con rasgos árabes, José Luis Barros (Pontevedra, 1923), que con coquetería oculta su edad ("soy bastante más jóven que Buñuel", y sonríe) habla de su amigo con un punto contenido, como si al hacerlo irrumpiera en su memoria; ahora cuando se cumplen 100 años del nacimiento del director de Viridiana.Pregunta. Buñuel lo menciona en sus memorias Mi último suspiro (1982), como uno de sus mejores amigos. ¿Qué recuerdo le ha dejado?

Respuesta. Como amigo era una persona entrañable, dotado de gran sentido del humor y muy exquisito; a menudo, una personalidad muy peculiar, pero muy destacado. Reunía una serie de condiciones no muy comunes: su extraordinaria y polifacética cultura, que para darse cuenta era necesario hablar mucho con él, oirle en determinadas circunstancias porque no solía expresar nunca sus conocimientos y no estoy hablando de cine.

P. ¿Era tímido?

R. No, más bien pudoroso. El pudor puede ser una parte de la timidez o de la modestia, pero no siempre. Por ejemplo, en sus últimos 20 años tenía la manía de decir que no veía cine, y de vez en cuando lo hacía; que no leía, y lo leía todo: prensa, novela, ensayo, filosofía...hasta liturgia religiosa.

P. Buñuel, que fue muy religioso en sus inicios, luego se declaró 'ateo, gracias a Dios'.

R. Era muy reverente, pero tenía una inquietud religiosa manifiesta en el sentido de partir de una educación católica inicial.Cuando entra en la edad de la razón llega a las grandes dudas, que planteó La Vía Láctea, una película que a él le gustaba mucho. Su guión original se lo pasó a tres autoridades religiosas para que le dijeran si contenía alguna heterodoxia religiosa. Le contestaron que no, y empezó esa película después tan criticada por mentes ignorantes.

P. Era hombre contradictorio.

R. El ser humano que piensa un poco, obligatoriamente lo es. Y él dedicaba mucho tiempo a pensar. Buñuel y yo íbamos a comer con filósofos jesuitas y allí se discutía mucho de problemas religiosos, porque a Luis le hacían muchas preguntas. Ese ambiente relativamente espontáneo le gustaba mucho. Igual que hablar con la gente del pueblo y sus amigos.

P. ¿Tenía otras obsesiones además del sexo, los sueños y la muerte que trasladó a sus películas?

R. Respetar la dignidad humana. Solía comer en una taberna en Madrid. Y una vez salió muy nervioso porque según él no le había dejado al camarero una propina acorde con la factura. Yo le dije que el camarero estaba encantado. Pero a las 7 de la mañana me llamó con el problema de la noche anterior. Era un hombre político y decía que el sistema menos malo era el marxismo.

P. ¿Pero ese detalle no refleja un carácter algo atormentado?

R. Se ha dicho algo, pero creo rotundamente que no. Eso sí, le preocupaba mucho la educación de sus hijos. A Luis no le gustaba que sus hijos, cuando ya eran adultos y después de vivir en Nueva York y París, trasnocharan en Madrid.

P. Se dice que era muy puritano, que no soportaba el descaro de Catherine Deneuve.

R. Con ella tuvo otro problema y es que le molestaba que los actores fuesen estrellas. Al principio rechazó a Deneuve para Tristana, después pidió verla en Repulsión (de Polanski) y entonces la aceptó inmediatamente.

P. ¿Qué actitud mantenía respecto al sexo?

R. Era muy seductor, actores y actrices lo perseguían; donde estuviera siempre acaparaba toda la atención.

P. ¿Y él respondía?

R. No lo sé. Pero es sabido que de joven le gustaba la prostitución y la respetaba mucho. Su gran introductor fue, en París, el pintor francés Andrè Guerain.

P. En sus memorias apenas menciona a su mujer, Jeanne Rucar. ¿Tenía un punto machista?

R. Un poco. Jugaba a ser machista, pero su formación intelectual le impedía serlo. Es verdad que de su mujer hablaba poco, pero vivieron felizmente hasta el final. Y le acompañó poco a Europa, porque tenía terror a volar.

P. ¿Qué le decía de sus amigos de la Residencia de Estudiantes?

R. Fue una época feliz. Y de Lorca siempre decía que era la más grande obra de arte humana que había visto en su vida.

P. Sin embargo, parece que no admitió que García Lorca fuera homosexual.

R. Eso fue al principio, cuando era algo primitivo. Tampoco hay que darle muchas vueltas a esa cuestión.

P. Durante su exilio ¿Qué idea guardaba de España?

R. Adoración. A veces le hacía perder la objetividad al contar algunas partes tan inolvidables de este país, como es el pueblo. Y en la guerra civil sirvió a la República arriesgándose. Como con José Luis Sáenz de Heredia, director de Raza, y primo de José Antonio Primo de Rivera, que se disfrazaba con un mono de obrero para disimular su ideología fascista. Buñuel se enteró que un grupo de anarquistas lo había detenido. Se presentó en la cárcel y al conocer la debilidad de sus acusaciones pidió que lo dejaran en libertad.

P. ¿Cómo se enfrentaba a la idea de la muerte?

R. La muerte, como el amor, estaba muy presente en él. Tuvo una muerte maravillosa, con toda la conciencia. En los momentos finales contándose el pulso les dijo a sus familiares: ahora ya me muero. Maravilloso. Sólo un hombre excepcional puede morir así.

Un adelantado a su tiempo

José Luis Barros, célebre cirujano y hasta hace unos años jefe del servicio de cirugía del Hospital Gregorio Marañón, de Madrid, guarda en su nómina de pacientes una gruesa lista de escritores, como Alberti y Cela. Y cuando Max Aub vino de su exilio mexicano a España fue a este "republicano de izquierdas" a quien llamó.

Vestido durante la entrevista con pantalón vaquero beige y polo negro, cuando iba a ser fotografiado recurrió a un truco que le transmitió Buñuel, con el que rodó, entre otras, El fantasma de la libertad y El discreto encanto de la burguesía: "Tú no mires nunca a la cámara, mira al cuadro".

Gran conversador, viajero impenitente y conocedor de varios idiomas que aprendió durante su formación en el extranjero, mantiene no sólo una vasta cultura clásica, sino un interés vital por lo inmediato.

Recuerda que todos los surrealistas se empaparon de filosofía ("Lacan admiraba muchísimo a Buñuel, ponía a sus alumnos la película Él"), música, arte y literatura. Y de Marx.

Barros relata cómo el director de Ese oscuro objeto del deseo sorteó con su buen oficio las penurias del exilio mexicano: "Se adaptó e hizo todo tipo de películas. Contaba que, al comenzar un rodaje, le solían decir: 'Luis, después de que Negrete cante una canción, te dejamos rodar un minuto sobre lo que quieras'. Y aún así, fue genial".

Descubre cómo el cineasta, capaz de aguantar impertérrito unas cuantas dosis de alcohol, fue un visionario. "Recuerdo una escena de La Vía Láctea (1968), en la que unos guardias civiles perseguían a unos ladronzuelos de jamones. Y uno de ellos era la viva imagen del 'heroico' Tejero. Cuando montó el 23-F le mandé enseguida a México a Buñuel unos recortes de prensa. Me contestó que, como siempre, se había adelantado a su tiempo".

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