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Ecos del lenguaje ancestral de la especie humana

Javier Sampedro

En las lenguas de África central y de Sudán, el número uno se dice tok, tek o dik. Muchas lenguas asiáticas utilizan la raíz tik para referirse a la unidad. Las antiguas lenguas americanas y el esquimal también usan la raíz tik, no para referirse al número uno, pero sí a un objeto íntimamente relacionado con él: el dedo índice. Y en el idioma indoeuropeo ancestral -que dio lugar a la gran familia que abarca desde el español hasta el hindú-, la voz deik significaba señalar con el dedo. De deik derivan los términos para dedo en griego (daktulos), en latín (digitus), en francés (doigt) o en español.Dedo, señalar con el dedo, número uno: tok, tek, tik, dik, deik, en familias de lenguas que nadie se ha atrevido nunca a emparentar. ¿Quiere decir esto que todas las lenguas humanas, y hay más de 5.000, tienen un origen común? Joseph Greenberg, un lingüista de 84 años de la Universidad de Stanford, cree que sí. Y casi todos los demás lingüistas del mundo creen que no. Pero Greenberg, que está a punto de publicar las conclusiones de medio siglo de trabajo, está encontrando más apoyo entre los genetistas que entre sus colegas lingüistas. No es casual que sus métodos se parezcan más a los de los primeros que a los de los segundos.

"Hemos encontrado muchas correspondencias significativas entre lo que propone Greenberg y lo que hemos encontrado en análisis genéticos de las poblaciones humanas", ha declarado a The New York Times Luca Cavalli-Sforza, también de Stanford, y uno de los mejores genetistas de poblaciones del mundo.

Desde el punto de vista de la biología, la propuesta de un origen común para todos los lenguajes humanos no tiene nada de descabellado. La especie humana actual se originó probablemente en una pequeña región del nordeste de África, tal vez hace unos 100.000 años. Los evolucionistas saben que las especies surgen a partir de pequeños grupos fundadores, quizá de sólo unos cientos o unos pocos miles de individuos, que poseen alguna novedosa cualidad que les permite luego expandirse y desplazar a las especies preexistentes. Y algunos antropólogos consideran probable que, en el caso de nuestra especie, esa cualidad fuera la capacidad del lenguaje: la gran revolución que permitió a los humanos acumular conocimientos sobre el mundo y transmitirlo entre generaciones.

La posibilidad de que el grupo fundador africano hablara una sola lengua, y que de ella hayan derivado todas las demás a lo largo de decenas de miles de años de migraciones y separación, por tanto, es perfectamente sólida para los evolucionistas.

La mayoría de los lingüistas no se oponen a Greenberg por una cuestión de fondo, sino de método: creen que los lenguajes evolucionan demasiado deprisa como para que sus relaciones de parentesco puedan deducirse a partir de la comparación de las palabras y construcciones de idiomas actuales que se separaron hace más de 5.000 años.

Pero Greenberg cree que hay ciertas raíces extraordinariamente estables. Formas de la primera persona usan la inicial m en español (mi, mío), finés (minAa), esquimal (min) o japonés antiguo (mi). La n forma parte de las construcciones negativas en las lenguas indoeuropeas (no, not, nein) y en la terminación japonesa -nai. El sonido k es un extendido marcador de las formas interrogativas (qué, quid, -ko, -ka, kim, kin) desde el español hasta el turco y el japonés). Puede que Greenberg se equivoque, pero no es fácil encontrar un idioma para decírselo.

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