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El crimen de Londres

Isabel Ferrer

El asesinato de Phillip Lawrence en 1995, director de un colegio londinense de secundaria, conmocionó al Reino Unido. Brillante graduado de Cambridge, Lawrence había optado por trabajar en los barrios más deprimidos y murió apuñalado a las puertas del centro al que había dedicado todos sus esfuerzos. Trató de mediar en una riña entre varios de sus pupilos y una banda de menores. Desde entonces, todos los colegios del país revisaron sus medidas de seguridad.Durante varios meses, la sociedad británica no supo qué hacer. Rechazaba la idea de convertir las escuelas en fortalezas inexpugnables, pero exponerse al asalto de intrusos después de lo ocurrido, parecía una temeridad. Al final se optó por una fórmula intermedia. Algunas escuelas levantaron verjas e instalaron circuitos cerrados de seguridad. Otras reforzaron sus controles de manera menos visible para no dar la impresión de un entorno carcelario.

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Existe un fondo anual de 22 millones de libras para seguridad escolar, a repartir entre primaria y secundaria. A los profesores se les brindó la oportunidad de aprender a defenderse. Las autoridades educativas locales ofrecen cursillos para mantener la calma en caso de peleas o repeler asaltos sin mayores consecuencias.

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