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Manuel de Lope narra la fortaleza de una mujer en la guerra civil

El escritor ambienta su novela 'La sangre ajena' en el País Vasco

Dos años le ha costado a Manuel de Lope (Burgos, 1948), parco en palabras, pero dotado de una literatura apreciada por la crítica y por sus cada vez más numerosos lectores, escribir La sangre ajena. Una dura historia, ambientada en la frontera guipuzcoana al inicio de la guerra civil, que le sirve al autor para reflexionar sobre la capacidad de resurgir de una mujer, aun a costa de una terrible impostura.

De formación científica, de ahí quizá su introspección, Manuel de Lope no es un escritor que se prodigue mucho ("es una cuestión de carácter, me siento más cómodo en la vida anónima"). Pero desde que escribió Perlas peregrinas (premio Primavera 1998) y Bella en las tinieblas ha pasado de 5.000 lectores a 100.000, un misterio para él. "Cada libro encuentra a sus lectores. Lo importante es seguir fiel a sí mismo, luego hay factores desconocidos que influyen en la venta de un libro", contaba ayer desde su luminosa y amplia casa cercana al Retiro.Este escritor, que a menudo cita a Juan Benet como pariente literario, ha elegido para La sangre ajena (Areté) el trasfondo de la guerra civil, un episodio que encuentra muy rico para la literatura. "Dentro de muy pocos años ya no existirá nadie para contarla de viva voz y las únicas referencias serán las que deje la literatura", dice De Lope, que pese a ser de tierra adentro siente fascinación por el Cantábrico.

Y sitúa la novela en una frontera. En Vera de Bidasoa, Irún y Hondarribia, las primeras localidades guipuzcoanas que cayeron en manos de los nacionales a principios de la sublevación. Empieza por una boda. Y relata el cataclismo interior de una mujer que vive dos situaciones extremas: el fusilamiento del marido tras la luna de miel y la pérdida del hijo que le engendró, durante el parto; un episodio "técnicamente muy difícil", contado con dramático naturalismo, que el autor fue capaz de trazar con la ayuda de un amigo médico.

Manuel de Lope utiliza la metáfora de la pérdida de la virginidad como el adiós a la inocencia y la iniciación al sexo, que en este caso, pese a un casto noviazgo y, por tanto, desarrollo incierto, se resuelve felizmente. "No puede haber otra combinación más seductora que la entrega sexual de mujeres que son al mismo tiempo cautas y viciosas", opina De Lope.

La joven mujer, ya al borde de la destrucción, resurgirá usurpando un hijo a su sirvienta, una impostura que no descubrirá su nieto ("hubiera sido un error literario; es preciso que los muertos entierren a sus muertos").

Manuel de Lope vuelve en sus novelas a muchos de sus personajes. En La sangre ajena recupera a un médico, del que no se llega a desvelar si es homosexual, misógino o misántropo. "No me gusta discutir esas cosas", zanja. Como tampoco aclara al lector si fue o no la impericia de ese médico el origen del hijo muerto.

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