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La "decadencia" de un modelo

José Luis Pardo

¿Por qué Sartre, en otro tiempo tan celebrado, está hoy tan olvidado? Su obra le sitúa como uno de los grandes de la filosofía del siglo XX. Como su casi contemporáneo Bertrand Russell, además de ser un gran pensador -aunque justamente porque lo era-, Sartre fue una encarnación del tipo de intelectual heredero del philosophe del Siglo de las Luces (De Gaulle le comparaba a veces con Voltaire para explicar por qué no podía ordenar su detención), el hombre de letras que aprovecha el hecho de tener el reconocimiento de un público lector culto para desempeñar el papel de instancia crítica en el espacio de la opinión pública, papel tradicionalmente ligado a la prensa escrita al menos desde el Yo acuso de Zola: el escritor que interviene en el debate social y político en defensa de unos valores universales, asociados precisamente a las humanidades, valores que rebasan con mucho los intereses de las comunidades nacionales y de las urgencias inmediatas, y que son capaces de inspirar movimientos de renovación moral y políticamente relevantes. La "decadencia" de este modelo de intelectual tiene, sin duda, razones internas: el propio Sartre es un ejemplo de que esos valores no constituyen una vacuna contra ciertos compromisos con causas de dudosa moralidad (como la antigua URSS, el castrismo, la guerrilla o el maoísmo). Este factor de erosión, añadido al inevitable "relevo generacional", provocó un comprensible rechazo contra esta clase de figura pública. Los hijos del 68 francés - Foucault, Deleuze, Derrida, Lyotard- promovieron el llamado intelectual específico, que ha derivado en un izquierdismo universitario e hiper-teórico, conceptualmente enriquecedor, pero completamente desconectado del espacio público y de la vida social, y políticamente inepto. Y como, entretanto (y aprovechando la ausencia de los intelectuales), el espacio público que posibilitaba esa figura ha sido sustituido por las grandes empresas de la comunicación, la nueva generación (los "nietos" del 68, como el inefable Bernard-Henri Lévy) han consagrado el nacimiento del intelectual mediático (aquel que no escribe en la prensa por ser novelista o ensayista reconocido, sino que aprovecha para convertirse en ensayista o novelista después de ganarse fama como columnista, tertuliano o "presentador"). Esta miserable consecuencia de un rechazo demasiado irreflexivo ha llevado a muchos pensadores (Pierre Bourdieu es el signo más evidente) a la idea de que, pese a las trampas y los errores asociados al "compromiso", la función del intelectual como instancia crítica no específica y no-nacional, es irrenunciable. Y, en este sentido, Sartre -auténtica presencia de la libertad en la vida pública- está de plena actualidad.

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El fin del eclipse de Sartre

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