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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Setién y Uriarte

Setién ha sido un obispo muy polémico y es lógico que su renuncia sea considerada un hecho de trascendencia pública, y más específicamente política. Sus pronunciamientos en declaraciones, cartas pastorales, homilías, escritos varios, recopilados en unas Obras Completas cuyo primer tomo -aparecido en 1998- tiene más de mil páginas, han sido abiertamente políticos, aunque casi siempre presentados como consideraciones morales. Tales pronunciamientos han inspirado o legitimado iniciativas políticas concretas, casi siempre de orientación nacionalista. En ese sentido, nadie podrá negarle influencia social, ni representatividad. Pero también ha sido visto como ajeno o lejano por algunos de sus feligreses; singularmente, por quienes, por figurar entre las víctimas reales o potenciales de la radical injusticia terrorista, tenían más motivos para esperar la solidaridad y comprensión de su obispo.La renuncia de Setién es "una decisión estrictamente personal", según el interesado. Ha sido tomada "por el bien de la comunidad cristiana y a la vez del pueblo guipuzcoano", en una perspectiva que incluye también sus problemas de salud, aunque no los cita en primer lugar. Le faltaban tres años para alcanzar la edad canónica de jubilación, y no consta un agravamiento de sus dolencias que pudiera justificar la iniciativa. Se desconoce qué otros motivos pueden haber influido en su decisión, pero resulta del todo inusual que la renuncia de un obispo se resuelva en el plazo de un mes.

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El obispo que medió con ETA sustituye a Setién en Guipúzcoa

No es cierto que Setién fuera un obispo próximo al mundo de ETA. Su psicología, su formación intelectual, su estilo distante, tienen poco que ver con el de esos curas abertzales que han sido durante los últimos 30 años un poderoso factor de difusión del nacionalismo radical, especialmente en las zonas de tradición carlista. Sin embargo, su discurso político, que incluye ideas y lugares comunes nacionalistas presentados como evidencias éticas (la autodeterminación, el déficit democrático, el contencioso, la negociación política), ha contribuido a legitimar actitudes radicales con las que le habría costado identificarse personalmente.

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Su sucesor será Juan María Uriarte, que fue obispo auxiliar de Bilbao antes de ser nombrado titular de la diócesis de Zamora. De convicciones también nacionalistas, su talante democrático y abierto le distancia, sin embargo, fuertemente de la ideología y estilo de su predecesor: éste actuó en la práctica conforme al consenso entre las fuerzas nacionalistas que acabó plasmándose en Lizarra, como si no existiera la otra mitad de la población. Es de esperar que Uriarte, que ha actuado como mediador entre el Gobierno y ETA, y que ha demostrado sensibilidad hacia las víctimas, independencia de criterio y valor moral en difíciles circunstancias, acierte a reconocer el radical pluralismo de la sociedad vasca, incluida la grey católica, como un rasgo consustancial de la Euskadi actual y no como una desgracia a superar.

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