Muchas bellezas y emociones
La personalidad del polaco Krzystof Penderecki (Debica, 1933) resultaentre nosotros bastante familiar, pues, de manera espaciada, han sido bastantes sus visitas a España, bien para dirigir sus obras y otros de repertorio, bien para ingresar en la Universidad Complutense como doctor honoris causa. Penderecki es, sin duda, uno de los emblemas de la creación contemporánea, y a la altura de sus 67 años no me parece adecuado seguirse preguntando si es más o menos de "vanguardia" cuando el mismo término ha caído en desuso. Penderecki, desde el comienzo de su carrera (Hirosima, Polymorphía o Anacalsis, las tres de 1960-1961) dejó ver los perfiles de su personalidad.
Pronto mostró su interés por ciertos maestros del pasado y del presente, desde Lasso, Monteverdi, Okeghem o Gesualdo, hasta Stravinski, Bartok o Boluez, el Dallapiccola de Canti di prigionia o el Petrassi de la Serenata. En suma, su pensamiento estaba abierto a la entera herencia de cuantos le precedieron y de unos o de otros extrajo consecuencias aplicables a su propio criterio y sus mantenidas orientaciones.
Una parcela grande de la obra pendereckiana versa sobre temas, textos o intenciones religiosas, y la obra escuchada ahora en Madrid a tres años de su estreno mundial, se suma a ese corpus. Escrita con ocasión del Trimilenario de Jerusalén, Las siete puertas se basa en textos del Libro de los Salmos y otros de Isaías, de Daniel, Ezequiel y Jeremías, y a lo largo de siete secciones orquestales y corales, con intervención de cinco solistas vocales y un narrador, circula un clima dramático por vías muy queridas por su autor: la consideración del sonido como timbre, incluso en sus posibilidades estructurales, el canto lineal, preferentemente cromático, el servicio a la palabra en su musicalidad y en su semántica, la conducción dramática -en la que cuenta Penderecki con su significativa producción teatral- y la comunicación con la audiencia.
Acordes tonales
En este sentido, Penderecki, en su diálogo con Leonardo Pinzauti con ocasión del estreno italiano del Dies Irae, se expresó con contundencia: "Cuando escribo pienso en el público, busco al público, pero no compongo para que el público me aplauda.En suma, y siempre según el compositor, no de recuperar la tonalidad o los acordes biensonantes, sino de escribir música convincente. "Por ello, no temo a los acordes tonales, pero "volver a la tonalidad", como algunos creen, es imposible".
Resumiendo: el pensamiento, la substancia -como gustaba decir Manuel de Falla- de la música pendereckiana no sólo es moderna, sino actual. Y si al final de una "première" la audiencia ovaciona largamente, resultaría ingenuo utilizar el éxito como base para descalificación crítica alguna.
Ha sucedido el sábado y el domingo en el Teatro Real, ante la versión totalmente responsable de Las siete puertas de Jerusalén, dirigida por su autor a la Orquesta Sinfónica de Madrid y que dirige Martin Meery, y al Coro de Valencia, conducido por Francisco Perales, con un excelente grupo de solistas: las sopranos Bozena Harrasi-Mowicz y Mariana Nicolescu, la contralto Jadwiga Rappe, el tenor Adam Zdunikowski, el bajo Matthias Holle y el narrador Boris Carmelli, bajo bien conocido en España.
Hay en Las siete puertas de Jerusalén muchas bellezas y emociones cuyo centro podríamos situar en la parte tercera, Salmo De Profundis, con una cita especialmente significativa para la parte sexta, con soluciones aleatorias y el recitado de Ezequiel (de lectura en hebreo o alternativamente en latín o cualquier lengua moderna). Como es lógico, es un compositor en plenitud de madurez, la nueva partitura presenta una ideología musical conocida por obras anteriores del gran polaco y una serie de procedimientos en estado de depuración y síntesis conceptual y estilística que, como pudo comprobarse, no merma en absoluto la potencia comunicativa que siempre desea Penderecki, una personalidad enemiga por naturaleza de las "torres de marfil". Está claro que ama mucho más "las puertas". Excelente el programa de mano y del todo feliz la edición dedicada a los oyentes infantiles de los domingos.
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