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Tribuna
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Otro disparate del PSVP

En los círculos políticos mejor informados del PSPV tanto como del PP se cuestiona estos días la candidatura del socialista Eduardo Montesinos para ocupar una vicepresidencia de Bancaja, sustituyendo a su cofrade Josep María Cataluña. Que un asunto menor como éste alcance cierto relieve público se debe, sin duda, a una serie de motivos partidarios y personales subrayados en esta ocasión por la maniobra de alto calado que se cuece para fusionar la citada entidad con la Caja de Ahorros del Mediterráneo, su homóloga del sur.Se arguye, tanto en un partido como en otro, que la mentada sustitución no es oportuna, habida cuenta de la experiencia y buen hacer que se le reconocen al consejero relevado, conocedor de las entretelas y talantes de los gestores de esa casa, amén de las fluidas relaciones que tiene establecidas con ellos. No de otro modo se puede participar e influir en las decisiones y estrategias económicas que se diseñan por parte de su sanedrín directivo, a menudo cerrado como una ostra por imperativos del negocio y, digámoslo así, por mor de la necesaria discreción. La bonhomía, listeza y prudencia de Cataluña le avalaron para no quedarse en mero florero, lo que bien puede pasarle a su sucesor, por pomposa y legítima que sea la representación que exhiba.

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En las filas socialistas, además, se abunda en varios puntos de vista, indicativos del interés que ha suscitado este asunto. Uno, el de que quienes entienden que esta prebenda -pues ha de serlo por el apetito que despierta- que se le concede al inefable "Monti" es el premio a muchos lustros de servicios al partido, incluido una prolongada sinecura como director general de Trabajo aplicado a tareas orgánicas o de "fontanero". Ni qué decir tiene que buena parte de los aludidos servicios, juzgados desde una perspectiva crítica, han sido los propios de un Rasputin desestabilizador con notable vocación parasitaria. No es el bagaje idóneo para la etapa que se avecina, en la que no sólo se cuestiona la mentada fusión sino la misma naturaleza jurídica de estos entes financieros.

Tampoco resulta irrelevante la opinión de los compañeros que aplauden la designación por considerar que la combativa -aunque remota- impronta sindicalista del candidato es una garantía de beligerancia frente a las sinuosidades del equipo ejecutivo controlado por los populares. Dicho de otro modo, la bronca y la confrontación vendrían a ser la praxis más conveniente en estos momentos, lo que raramente puede cohonestarse con la definición de políticas financieras, complejas de por sí y mayormente en vísperas de la fomentada unión con la CAM.

En puridad, y con la óptica del observador más o menos parcial, uno diría que este nombramiento, sea o no de consolación, es un exponente del desfondamiento que aflige a los socialistas y de los agobios que padece Ciprià Ciscar para sumar devotos a su causa. En circunstancias normales -y las del PSPV están desquiciadas- el partido echaría mano de su cantera de profesores universitarios -con plétora de economistas-, y empresarios, para afrontar la crucial etapa que se avecina en punto al futuro de CAM y Bancaixa, que no se agota en su eventual fusión, sino que se proyecta en las estrategias y sinergias que la misma propicia.

Para los Montesinos que anidan entre las huestes partidarias siempre podrían hallarse otros acomodos o viáticos que no pusiesen en jaque parcelas tan delicadas como la que nos ocupa. La única atenuante a este disparate es que el postulado vicepresidente, acorde con sus capacidades, se limite a ver lo que le permitan mirar, y callar. Un papel poco brillante, pero sí prudente, al menos, aunque en modo alguno coherente con lo que debe esperarse de un partido que sigue siendo alternativa de gobierno y se le supone armado de talentos y proyectos. Una suposición que se diluye ante relevos como el que glosamos.

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