El fotógrafo Nicolás Muller fallece en Asturias a los 86 años
Su obra está vinculada a "Revista de Occidente" y a varias ciudades
El fotógrafo húngaro Nicolás Muller (Orosháza, 1913), integrante de toda una generación de relevantes fotógrafos centroeuropeos, como Robert Capa, Brasaï o Kertész, y vinculado desde su llegada a España, en 1947, a los intelectuales de la Revista de Occidente, falleció en la noche del domingo en Andrín, en el municipio asturiano de Llanes, a los 86 años. José Ortega y Gasset había dicho que Muller tenía "la luz domesticada".
Su primera máquina fotográfica se la regalaron sus padres, junto a una radio de galena, el día de su bar Micvah (acto de confirmación en la fe judía). Su primer amor fue la radio, pero la fotografía acabó por ser su pasión. Ya desde sus primeras creaciones, en su Hungría natal, había puesto de manifiesto un talante comprometido con la realidad social y las desigualdades, pero a esa faceta de fotógrafo del testimonio y la denuncia, con una honda preocupación por el género humano, sumó, con no menor primor, el ejercicio de la fotografía paisajística y el retrato.Su formación humanista (Derecho y Ciencias Políticas), y el ambiente liberal y masón que conoció en su familia, fueron determinantes en el desarrollo de su acusada sensibilidad artística. "La fotografía es mi manera personal de expresar plásticamente lo que pienso".
De origen y ascendencia judía, aunque nunca practicó la religión, Muller abandonó su país en 1938, poco antes de la invasión nazi. Desde entonces recorrió parte de Europa, para instalarse en París, de donde volvió a huir ante la llegada de las fuerzas alemanas de ocupación. De la capital francesa marchó a Portugal y, posteriormente, a Tánger. De todas esas etapas dejó para la posteridad testimonios gráficos de extraordinaria relevancia, tanto de paisajes como de retratos humanos y condiciones de vida de los países y gentes con los que convivió.
Invitado por la Revista de Occidente y el entorno intelectual de Ortega y Gasset, se afincó en España, procedente de Tánger, en 1947. De esta época datan algunos de sus mejores y más conocidos retratos a artistas, músicos y escritores de la Generación del 98 y de la intelectualidad española de la posguerra, como las fotografías en las que plasmó el semblante, pero también el alma, de Ortega, Azorín, Pío Baroja, Ataúlfo Argenta, D"Ors, Pancho Cossío, Vicente Aleixandre, Menéndez Pidal, Pérez de Ayala, Aranguren, Marañón y otros, que posaron para él en su estudio de la calle de Serrano, de Madrid.
Su amistad con Fernando García Vela, el periodista asturiano cercano a Ortega y que fue secretario de la Revista de Occidente hasta 1936, iba a ser decisiva para vincular a Muller, ya desde fines de los años cuarenta, a Asturias, donde se afincó a fines de los años sesenta. Su hija Ana ha seguido sus pasos en la creación fotográfica. Su obra, en blanco y negro, queda en exposiciones, siete libros (con textos de Azorín, Ridruejo, Julio Caro Baroja, Quiñones y Arce), y en las colecciones de varios museos.
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