Lealtad constitucional frente al terrorismo

A PUNTO de cumplirse el 25º aniversario de su reinado, el mensaje navideño de don Juan Carlos tuvo un punto de referencia: la lealtad constitucional. Seguramente, para quienes sólo han vivido este último cuarto de siglo, esta reiteración les parecerá casi una tautología, pero para los conocedores de la historia de España no será así. No suele haber en nuestro país periodos tan largos de democracia y normalización como los que ahora estamos viviendo.¿Por qué es preciso apelar de nuevo a la Constitución? Porque el terrorismo amenaza con volver a matar, lo que supone un paso atrás respecto al mensaje institucional del Rey del mismo día hace un año. En aquella ocasión, con motivo del 20º aniversario de la Constitución, hubo un prolijo debate sobre la necesidad o no de su reforma, sobre todo en lo referido a la organización territorial del Estado. Pero ese debate, esa polémica, estuvo instrumentado en el diálogo en el seno de las instituciones democráticas. Ahora los violentos intentan romperlo y trasladarlo al terreno de la extorsión, el asesinato, el secuestro: sus armas y su terreno. El Rey recuerda la validez de la discrepancia siempre que se articule en el marco con el que los ciudadanos nos hemos dotado mayoritariamente para "buscar espacios de consenso y articular intereses enfrentados": la Constitución.

Especialmente oportuno fue, en el mensaje de Nochebuena, la primera de las menciones: a las víctimas del terrorismo. A quienes siendo los primeros sufridores de esa lacra paranoica fueron olvidados u ocultados por incomodidad o por injusticia. El Rey recordó que durante el año que ahora termina se han habilitado por fin ayudas económicas que contribuyan a paliar sus sufrimientos.

El segundo escenario de la alocución real fue el económico. Lejos de regodearse en la hipótesis más optimista de la coyuntura, Juan Carlos exigió atención para que el crecimiento se distribuya de una manera equilibrada, tanto entre las distintas capas sociales como entre las diferentes zonas geográficas. Para mejorar esa distribución, el discurso mencionó diversos campos. El primero, el del empleo estable. Empleo y estable: a veces se olvida uno de los dos términos de este sustantivo con calificativo. El segundo campo, el de la educación, otro de los segmentos en los que debe avanzar el consenso en nuestra sociedad para encontrar una mayor calidad y el desarrollo tecnológico que hoy se necesita para no perder puestos en la carrera de los países desarrollados.

Otro campo al que se refirió el Rey fue el del papel de la mujer dentro de la sociedad española, constatando que, pese a los avances logrados, todavía queda una senda que recorrer en cuanto a la igualdad de derechos laborales y de oportunidades dentro del mercado de trabajo (recuérdese que el paro femenino en España es el doble porcentualmente que el masculino).

Seguramente, la sencillez del mensaje navideño habrá conectado mejor con muchos ciudadanos que el cainismo con el que, en ocasiones, se manifiesta parte de la clase política. En este sentido, el Rey estuvo otra vez por encima.