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Sampiero señala que su historia de "Hoy empieza todo" apela a la cabeza y al corazón

El maestro que inspiró la última película de Tavernier publica un relato basado en el guión

Miguel Ángel Villena

"Pongo a prueba mi mirada con ellos y no alcanzo a conocerme, sino a abrirme. La hierba de la infancia me reconcilia". Fruto de esta apertura al mundo, de su compromiso social y del cariño hacia sus pequeños alumnos, el maestro Dominique Sampiero (Le Quesnoy, Francia, 1954) inspiró con su vida y con su participación el guión Hoy empieza todo, la última película de Bertrand Tavernier. Muy crítico con el sistema educativo francés, Sampiero sueña con utopías de cambio y señala: "La película pretende despertar las ideas, pero también las emociones, apela a la cabeza y al corazón".

Esta vez ha ocurrido al revés de lo habitual, porque el libro de relatos El tiempo cautivo (Pre-Textos) ha surgido a partir del guión, de las situaciones y del paisaje de fondo descritos en Hoy empieza todo. Convertida la película en una de las producciones independientes que ha suscitado mayor interés entre el público europeo -España incluida-, Sampiero visitó ayer Madrid para clausurar un ciclo dedicado por el Instituto Francés a Bertrand Tavernier. Con el mismo aire inconfundible de maestro de escuela infantil que el actor Philippe Torreton despliega en la pantalla, el profesor original estuvo acompañado de Tiffany Tavernier, hija del cineasta, pareja de Sampiero y coguionista de la película.Hijo de obreros y maestro por voluntad de su padre, Dominique Sampiero analiza de este modo esa desoladora realidad de una escuela de párvulos en un pueblo del norte de Francia que aparece en la película: "La escuela pública francesa ha fracasado en su misión de organizar la diferencia. Los discursos políticos sobre la educación son falsos, porque siempre aluden a la igualdad de oportunidades. Pero habría que administrar una igualdad de las diferencias de forma tal que padres, profesores, alumnos o vecinos compartan el poder de la escuela para transmitirse unos a otros sus distintos saberes". Sampiero ha propuesto públicamente una auditoría de las inversiones educativas en Francia para que se reequilibren los medios destinados a las escuelas de zonas ricas y los colegios de barrios humildes.

Atenta a la conversación, Tiffany Tavernier opina que muchos maestros comienzan su tarea con ganas e ilusión, pero "pasan rápidamente del entusiasmo a la amargura". "Hace 50 años", agrega la coguionista, "la educación significaba una puerta de salida para el mundo obrero. Sin embargo, hoy día resulta más difícil para los docentes comprometidos tener la fe de sus antecesores, porque la vía de salida se cierra para los alumnos de barrios obreros o marginados. Tras años de ejercicio, el desánimo cunde en medio de un ambiente de problemas sociales, violencia, drogas o alcoholismo".

Desde la perspectiva de 25 años de lidiar con niños de una escuela infantil, Dominique Sampiero detesta la palabra vocación, y lo explica así: "Enseñar es una relación de intercambio, y no una vocación. En la educación no existe el intercambio entre el individuo y las instituciones; se ha perdido el rostro de los niños, de los alumnos, de los padres... Pedagogos o políticos sólo se ocupan de teorías o de estadísticas".

Hacer estallar las minas

Después de confesar que lloraron, sufrieron y discutieron mucho al escribir el guión, Tiffany Tavernier comenta: "Tuve que sacar todas las minas que Dominique llevaba dentro de sí y las hice estallar en las emociones de la película. Los profesores llegan a situaciones como la del protagonista de Hoy empieza todo, es decir, que se preguntan tras años de docencia si ellos son realmente interesantes y útiles".

Iconoclasta y radical, Sampiero ataca sin piedad a las castas intelectuales francesas que, en su opinión, "erigen capillas a las ideas y sostienen que las emociones son patológicas". La pareja coincide en criticar la separación entre las emociones y las ideas que, a su juicio, planea sobre la sociedad francesa. Dominique Sampiero habla desde el pragmatismo y la vida cotidiana, desde esa proclama contenida en su libro de "yo no les enseño sino a mirar la tierra, a sentirla bajo sus pies firme; les llevo de la mano".

"Mi experiencia me dice", manifiesta el escritor y maestro, "que las emociones han movido mis certezas hasta el punto de que esas dudas me han obligado a buscar sentido. Creo que las emociones son el motor de cualquier búsqueda". Tanto Tavernier como Sampiero opinan que la crítica literaria y cinematográfica francesa participa también de esa tendencia a separar los sentimientos y la razón.

Autor de relatos, poemarios y pequeños ensayos desde hace 15 años, la obra de Dominique Sampiero no había sido traducida en España hasta El tiempo cautivo, una narración realista y lírica a un tiempo. Escritor y profesor, Sampiero comenta con ironía que un maestro ha de ser también un buen actor. "Los primeros días de rodaje", cuenta Tiffany Tavernier, "Torreton no conseguía que los niños le obedecieran. Tuvimos que recurrir a Dominique, quien le aconsejó a Torreton que debía interpretar de verdad su papel de maestro ante los niños". "Al fin y al cabo", apostilla Sampiero, "los pequeños alumnos son un público, uno de los más exigentes".

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