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Italia recuerda el universo barroco de Francesco Borromini en su cuarto centenario

600 objetos rehabilitan a un artista atormentado y a menudo menospreciado por la crítica

El arquitecto que diseñó algunas de las más hermosas iglesias barrocas de Roma y algunos de sus más famosos palacios, Francesco Borromini, recibe finalmente el reconocimiento de la Ciudad Eterna con ocasión del cuarto centenario de su nacimiento, en 1599. Hoy se inaugura en el Palacio de Exposiciones de Roma una amplia retrospectiva que incluye numerosos diseños, vistas ciudadanas, cuadros y esculturas, hasta 600 objetos relacionados con la vida y la obra del famoso arquitecto. La muestra permanecerá abierta hasta el 28 de febrero y luego viajará a Viena.

Denigrado por los históricos del arte como un ejemplo de arquitecto rebuscado y artificioso hasta los años veinte de nuestro siglo, Borromini no obtiene la rehabilitación merecida. A partir de esa fecha, el artista tachado de extravagante pasa a ser considerado como el epítome de la genialidad barroca en el diseño de edificios. Pero la exposición que se inaugura hoy en Roma no se limita a ofrecer el recorrido profesional de Borromini, con la exhibición de sus diseños admirables, sino que pretende ahondar en su vida, reconstruyendo el momento histórico, social y artístico en que le tocó vivir.Nacido en la localidad de Bisone, en el cantón Ticino suizo (donde se inauguró hace meses la primera gran retrospectiva sobre él), Borromini fue un hombre atormentado, en permanente lucha consigo mismo y con una existencia que llegó a hacérsele insoportable hasta el punto de quitarse la vida, utilizando su propia espada, un día de 1667. Borromini comenzó su carrera artística como aprendiz de cantero en la construcción del Duomo de Milán. Desde tan humildes orígenes saltó a la cumbre absoluta de la celebridad, recibiendo encargos de enorme relieve en Roma, una ciudad marcada por la huella de sus obras.

La capital italiana se ha sumado al homenaje a Borromini colocando paneles explicativos en 22 de los más famosos edificios proyectados por el artista, desde la iglesia de Santa Andrea della Valle a la basílica de San Giovanni in Laterano y San Giovanni dei Fiorentini, donde está enterrado.

Rivalidad con Bernini

Al mismo tiempo se abrirán varios edificios de Borromini, como el Palacio de España (sede de la Embajada española ante la Santa Sede), el palacio Pamphilj, en Piazza Navona, o el palacio Falconieri, en Via Giulia.

La vida del arquitecto barroco estuvo profundamente marcada por la intensa rivalidad que mantuvo con el otro gran artista italiano del barroco, Gian Lorenzo Bernini, escultor y pintor preferido de los papas-reyes que gobernaron en la Ciudad Eterna entre los siglos XVI y XVII, y que ha sido celebrado a lo largo de este año en diversas exposiciones.

Pese a la clara predilección de los italianos por Bernini, que ha pasado a la historia como el gran inventor del barroco, el legado de Borromini a la Ciudad Eterna incluye obras de importancia capital en la configuración estética de la capital. Por ejemplo, la iglesia de San Carlo alle Quattro Fontane, situada en el cruce de calles de la vía de las Cuatro Fuentes, rebautizada hoy como vía del Quirinal. O la magnífica iglesia de Santa Agnese in Agone, una de las más hermosas de Roma, situada en Piazza Navona, frente a la fuente de los Cuatro Ríos, obra de su rival, Bernini. Una absurda leyenda apócrifa, repetida hasta la saciedad por los guías turísticos, atribuye a la presencia de la iglesia de Francesco Borromini el gesto de dos de las imágenes de la Fontana, la que representa al río de la Plata, que alza la mano para cubrirse la cara, y la del río Nilo, que oculta también el rostro. Según dicha leyenda, Bernini ponía de manifiesto así su horror por la obra de Borromini. En realidad, la iglesia no había empezado a construirse cuando Bernini recibió el encargo de la fuente.

Obras excepcionales

La auténtica joya dentro de la excepcional obra de Borromini es la pequeña iglesia de San Ivo alla Sapienza, situada en el interior de las antiguas dependencias de la universidad romana del mismo nombre, en el Corso del Rinascimento. La iglesia, con su asombrosa cúpula en espiral, es una de las obras cumbre de la arquitectura barroca en Italia, visitada diariamente por decenas de turistas. Borromini obtuvo precisamente el encargo de la iglesia de San Ivo gracias a una recomendación de Bernini, considerado para entonces como un dios en la vida artística romana. Y en San Ivo demostró su extraordinaria habilidad para hacer de la piedra un elemento dúctil capaz de adoptar formas sinuosas.

Borromini saboreó las mieles del éxito y el agasajo social en vida. Pero su carácter depresivo e irascible convirtió su vida en un calvario. Incapaz de superar la última crisis de angustia, el artista se suicidó en 1667, cuando contaba 68 años. Para entonces vivía apartado de los circuitos sociales, dedicado exclusivamente a su arte, que, pese a ser denostado por los críticos, influiría decisivamente en los arquitectos y artistas de Europa occidental de los siglos XVII y XVIII. Según el catálogo, "ninguno ha sabido crear objetos tan fascinantes en un género, como el diseño de arquitectura, que puede ser con frecuencia de difícil acceso a los profanos".

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