_
_
_
_
_

Europa reivindica su propia imagen

El déficit comercial del cine europeo frente a EE UU se ha triplicado en la última década

Los datos son apabullantes. La Europa de la Unión, con sus 375 millones de habitantes, es un gran mercado para una industria del audiovisual raquítica y colonizada. En Alemania, el cine realizado en el país apenas controla el 10% del mercado interior, situación idéntica para el británico en el Reino Unido. El porcentaje desciende al 2% en Bélgica y alcanza sus mejores cotas en Italia (22%) y Francia (30%). En España, el porcentaje puede situarse alrededor del 11%, si hacemos el cálculo tomando como referencia los mismos últimos 10 años que, sirven de baremo para el resto de países.

Los espectadores españoles e italianos son los que ven más películas europeas, un 12% y 13%, respectivamente. En Alemania el cine europeo, exceptuado el propio, sólo ha interesado a un 6% de los espectadores; en Francia, a un 7%, y en el Reino Unido, sólo a un 4%. La mayor audiencia corresponde a las películas que llegan de EEUU, que se llevan un 70% del mercado de la UE, con puntas de casi el 90% en Holanda o Bélgica y un 80% en España. Italia o Francia son los países que se defienden mejor, cediendo sin embargo el 60% de su público al amigo americano. Para el resto del mundo sólo queda el 0,5% del mercado.Esta situación se planteó en la cuarta edición del Fórum de Estraburgo, celebrado poco antes de la cumbre de la Organización Mundial de Comercio (OMC) en Seattle. Un portavoz de la Comisión Europea resumía así la situación: "Estados Unidos domina el 70% de nuestro mercado y nosotros sólo tenemos derecho a un 3% del suyo". Hasta ahora, la política de ayudas y cuotas de la UE ha servido para ralentizar el desmantelamiento de la industria europea, pero el comercio electrónico [la distribución futura de películas a través de Internet] es un reto y un peligro, porque puede servir para franquear las débiles barreras que hemos levantado" con la llamada "excepción cultural" a la libre circulación de productos.

Para la diputada socialista europea Catherine Lalumière, conviene recordar que "la excepción cultural es tan sólo un instrumento al servicio de la diversidad cultural" y no "un muro indestructible". El ex ministro de Cultura italiano Walter Veltroni opina que "lo prioritario es crear un mercado cultural europeo". Ese mercado común es una urgencia, pues el 93% de las producciones europeas no logra salir de su mercado nacional.

La relativa uniformidad del panorama cinematográfico en las salas se rompe en el mercado televisivo. En Alemania el cine estadounidense sólo se lleva el 47% del tiempo, frente al 43% conquistado por la ficción europea. En Francia el porcentaje para los filmes europeos alcanza el 62% y sólo en Gran Bretaña vuelve el dominio de EEUU, al controlar el 70% del cine en televisión.

Los argumentos culturales a favor de un cine europeo, de una promoción de valores comunes capaces de plantar cara a un cine americano que trata de vender mitos y modos de vida, que ayuda a vender bebidas o a imponer ideales, no necesitan de mucho espacio para ser comprendidos. Los argumentos comerciales sí precisan de más detalle, porque, a fin de cuentas, ¿por qué no dejar la industria del entretenimiento en manos de Hollywood?

En 1997 el déficit comercial de EEUU era de 113.000 millones de dólares, pero la industria estadounidense del copyright (cine, programas informáticos, edición) era la primera exportadora, con un superávit de 60.000 millones de dólares, por delante de la agricultura o el automóvil.

El flujo entre EEUU y la UE, circunscrito al audiovisual, suponía en 1988 que la balanza europea era deficitaria en 2.000 millones de dólares, cantidad que, diez años después, se ha triplicado. Lo más absurdo es que la UE produce al año más películas que EEUU: 550 frente a 490 en 1998, lo que no impide que 8 de cada 10 filmes que se proyectan en el mundo sean norteamericanos. ¿Por qué? La simplificación lleva a decir que porque son mejores y la redundancia, que porque son más populares. La verdad es más compleja, pues olvida que el presupuesto medio de un filme en EEUU es más alto que en la UE, pero, sobre todo, lo que cuenta es que los costes de promoción de los filmes americanos equivalen al 80% cuando no al 120% del coste de producción, mientras que en Europa la horquilla se sitúa tan sólo entre el 5% y el 10%.

En EE UU la industria se sirve del idioma -el mercado no acepta películas que no estén habladas en inglés, pero el doblaje es casi imposible- para discriminar la práctica totalidad de la cultura cinematográfica europea. Debido a ello, nuestros mitos -Brigitte Bardot, Claudia Cardinale, Alain Delon, Liv Ullman, Sofia Loren- son en EEUU actores de cintas muy minoritarias. La censura contribuye también a discriminar lo que llega de fuera.

Pero no basta con eso. El Estado subvenciona el cine en EEUU a través de recursos copiados de otras industrias. Dado el cada vez mayor coste que tiene la explotación extensiva e intensiva de una película y el gran número de copias que eso exige, las majors han conseguido subveciones que destinan a un paraíso fiscal para, desde allí, invadir los mercados europeos a unos precios con los que no puede competir empresa europea alguna. De ahí que políticos y cineastas europeos, en nombre de la "diversidad cultural", tomen como ejemplo Airbus y pidan para el audiovisual el mismo trato que mereció la industria aeronáutica continental, que todo el mundo daba por muerta frente a la competencia de Boeing y McDonnell Douglas.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_