Los partidos uruguayos tradicionales dan el triunfo al conservador Batlle
A la quinta resultó la vencida. Después de cuatro intentos fallidos, Jorge Batlle ha logrado a los 72 años el sueño que perseguía desde 1966. El próximo día 1 de marzo será investido como el primer presidente de la República de Uruguay del siglo XXI. Su victoria en las elecciones del domingo sorprendió, por su amplitud, tanto a sus seguidores del Partido Colorado como a los del derrotado socialista Tabaré Vázquez, candidato de la coalición de izquierda Encuentro Progresista-Frente Amplio (EP-FA).
Siete puntos y medio (51,6% de los votos frente al 44,%) o 165.000 votos separaron a los contendientes en la segunda vuelta de los comicios. Los numerosos partidarios del Frente Amplio que durante todo el fin de semana recorrieron las calles de Montevideo brindando "por la victoria de Tabaré" tuvieron que plegar, incrédulos, sus banderas al caer la noche cuando comprobaron que la victoria de Batlle era una realidad incuestionable. En los barrios populares de la capital, feudo de la coalición de izquierda, muchos cambiaron las enseñas partidarias por cacerolas, con las que abuchearon el primer discurso televisado del candidato ganador.A su vez, las huestes del Partido Colorado se congregaron en la plaza de la Independencia, frente al hotel donde Batlle instaló su cuartel general. A medida que avanzó la noche, las banderas uruguayas con la inscripción Batlle fueron copando el centro de Montevideo y otras ciudades donde los seguidores del Partido Colorado y algunos del Partido Nacional o Blanco festejaron el triunfo de su candidato. "Libertad es tolerancia, respeto y paz. Éste va a ser el primer objetivo de nuestro Gobierno", aseguró Batlle. Poco después, ante una multitud entregada, habló desde el balcón. "Los uruguayos aparecemos poco en las noticias. Por suerte, porque quiere decir que las cosas andan bien. Hoy la noticia es que éste sigue siendo un gran país democrático". El presidente electo dijo estar dispuesto a gobernar "con todos los uruguayos", agradeció la felicitación del candidato perdedor, con quien se reunirá el mes próximo, y habló de construir "un gran continente de libertad y justicia".
El Partido Colorado seguirá en el poder en Uruguay, donde ha estado la mayor parte del siglo, pero después de estas elecciones, las primeras que se realizan a dos vueltas, el panorama político ha cambiado. Se acabó el bipartidismo entre los dos partidos tradicionales Colorado y Blanco, que más que nunca tendrán que actuar como una sola fuerza. El analista Óscar Botinelli se refiere a "un cogobierno a partir del 1 de marzo", mientras que el escritor Eduardo Galeano lo describe, en clave de humor, como "el Partido Coloranco".
Batlle ha alcanzado la presidencia gracias a los votos blancos. El ex presidente y máximo líder del Partido Nacional, Luis Alberto Lacalle, se lo recordó nada más conocer los primeros resultados -"es un éxito que tiene la impronta del Partido Nacional"-, y pocos dudan de que dicho apoyo tendrá su precio en el reparto de ministerios del futuro Gobierno. "Los blancos estarán sobrerrepresentados porque jugarán el papel de fiel de la balanza. El Partido Nacional ha sido ultradecisivo para la victoria de Batlle", dijo Botinelli.
El Frente Amplio (FA), que hace 15 años tenía el 21% de los votos, acaricia hoy el 45%, es la primera fuerza en Montevideo, el principal distrito electoral (54,43% contra 42,42%) y constituye el primer grupo parlamentario por número de diputados y senadores. Por primera vez, los dos tercios de las dos cámaras requerirán la participación del FA. Antes, los dos partidos tradicionales llegaban por sí solos a dicha cifra. Algunas leyes importantes, como la designación de la Corte Suprema, el Tribunal Electoral y el Tribunal de Cuentas, requieren los dos tercios.
La coalición de izquierda está en condiciones de luchar de igual a igual contra los dos grandes partidos tradicionales. Las elecciones han mostrado que hay dos Uruguay, separados por 160.000 votos. El mundo urbano, que apuesta por el Frente Amplio, y el mundo rural, que sigue fiel a los partidos tradicionales de centro-derecha, hablan y piensan distinto. El 10% de indecisos que apuntaban las encuestas se volcó en bloque por el candidato más conservador y que garantizaba el inmovilismo.
La propaganda del miedo tuvo su efecto en el interior del país, donde Batlle triunfó ampliamente. Para Galeano, la derrota del Frente Amplio se debió, en parte, a que "el miedo al socialismo sirve para socializar el miedo, con lo que el pánico de unos pocos se convirtió en miedo colectivo".
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