Una visita con gancho

El tango atrae, tiene su público devoto, fiel. Así, sus variantes teatrales se han sucedido en la escena y muchos coreógrafos han estado tentados a entrar en su misterio y su imán. Stekelman ha creado a lo largo de su carrera varias coreografías de gran calidad donde el tango es pretexto, tema, lucimiento. Esta vez, su trabajo es más complejo, acude a una interpretación de mucha enjundia y taller donde un grupo de 10 bailarines se enlazan en una elaborada mezcla de danza moderna y tradición tanguera. El resultado es ameno. No aburre, aun no siendo el espectador un entendido en la materia. Es un espectáculo de inteligente geometría expresiva, donde el trabajo solista se extiende en su exigencia a toda la plantilla.Los bandoneones hacen una especie de coro gregoriano, ritual, donde la coreógrafa se apoya para dar un cuadro final lleno de empaque. El tango, en ballet, ha conocido su esplendor en la pareja, la misma fórmula que le asiste en su formato vernáculo. Aquí, los solos toman un relevo, modernizan la expresión estilística y dibujan unas secuencias de gran riqueza en la lectura. Los pasos del tango no aparecen puros, sino trufados de la esencia de la modern dance de la que la creadora es deudora. La parte de los valses es conmovedora, desde Piaf hasta el piano de Ferman, y quizá donde no se siente la ausencia de Piazzola. Tango, vals, tango es una muestra de cómo se puede hacer un espectáculo actual y moderno.