Cineastas franceses redactan un manifiesto contra los críticos
Los cineastas franceses han dicho basta. Están hartos de servir de pim-pam-pum de los críticos parisienses, de ver cómo Crónica de una muerte anunciada se transforma en Crónica de una mierda anunciada, de que se diga de Les enfants du Marais que encarna un "petainismo light", de que se publiquen reportajes titulados "El cine francés está acabado" o que afirman que "el cine francés está condenado a desaparecer". Esa irritación de los cineastas, que comenzó a tomar forma hace un mes, se ha traducido en un manifiesto que circula buscando reunir el máximo número de firmantes. Libération, diario que se distingue por su tolerancia para con el cine de gran consumo de EE UU y su virulencia contra los cineastas franceses que intentan interesar a un público amplio -Tavernier, Leconte, Kurys, Klapisch...-, se ha apresurado a publicarlo sin esperar que recabara todas las firmas posibles. El diario Le Monde y las revistas Les Inrockuptibles y Telerama también figuran en su punto de mira. Los cineastas olvidan a veces hasta qué punto el sistema les mima. Pero los críticos, ésa es la verdad, andan enfrascados en la guerra de la vanidad. Libération reduce el texto de los cineastas a una demanda: que no se publiquen las críticas desfavorables hasta pasado un fin de semana para dejarle al filme la posibilidad de buscar por sí solo su público. Los directores también piden que los críticos vuelvan a amar las películas en vez de a sí mismos o a sus colegas, les piden "no indulgencia, sino debate, humildad y lucidez". Sólo reflexionando sobre las razones de este mal humor los críticos dejarán de ser "tan esenciales para la obra de arte como las hormigas en un almuerzo en el campo", según Joseph Leo Mankiewicz.
