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Benedetti recibe su primer premio español, el Reina Sofía de Poesía

Fue un acto breve, apenas media hora, pero sirvió como símbolo de justicia hacia un poeta exiliado muy popular en España y que nunca había recibido premio literario alguno en su segunda patria. El escritor uruguayo Mario Benedetti, de 79 años, recibió ayer su premio Reina Sofía de Poesía de manos de la Reina, en el Palacio Real, y lo agradeció con un discurso bellísimo, un elogio lleno de sensibilidad de la poesía en español, titulado La poesía, alma del mundo. En él, el poeta subrayó que éste es su género más amado y más tratado; que en él "habita la invención, no el autoengaño; la influencia, no el contagio", y que es el campo de pruebas "de la sinceridad última, irreversible".Benedetti habló de la palabra como clave poética desde su atalaya comprometida de siempre. Señaló que los términos modernos, informáticos, económicos, son palabras que "tienen la orden de no pasar más por la Magia, sino por la Caja", y comenzó a acercarse más a esa condición mágica universal de la palabra poética marcando los rumbos diversos que distinguen a la poesía española de la latinoamericana. "La española", dijo, "se muestra segura de sus rasgos, de sus fobias, de sus afinidades electivas; la latinoamericana, en cambio, anda todavía en busca de su identidad. Quizá pueda pensarse que por eso mismo es insegura, pero lo cierto es que esa búsqueda le da un gran dramatismo y una tensión interna que la despabilan siempre, y no la dejan ser monotemática ni escéptica".

"¿Y qué hacen los poetas con la realidad?", se preguntó luego Benedetti. "Menos que los narradores", se respondió, "porque éstos la describen y la registran, y se sienten con ella como en su casa, hasta convertirse más en inventores de realidades que en inventores de palabras". Los poetas, por el contrario, "cultivan las palabras con delectación, las convierten en la base de su juego y de su desafío".

Los poetas, concluyó el prolífico e inquieto investigador de versos, rimas y estructuras, saben que deben dar a las palabras "un cuidado corporal, porque sólo así éstas le darán lo mejor posible". Como prueba leyó su célebre poema No te salves.

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