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Tutifruti blues

JAVIER MINA

¿Dónde se encontrarán el AVE de Barcelona y el AVE de Sevilla? Muy sencillo, en los tribunales. ¿Acaso no sabía el PSOE que no hay rosa sin espinas ni Solchaga sin Flores? ¿No se ha enterado el PP de que las gaviotas ya no pueden utilizarse como emblemas porque frecuentan mayormente los vertederos? Pues en Valencia tampoco es que sepan ni se enteren mucho. Un buen montón de especialistas, tantos como granos de arroz entrarían en una paella, se han reunido en la capital mundial de las fallas para examinar la conducta de los psicópatas. De momento no saben nada, bueno, sí, que son peligrosos. Tanto como para merecer la silla eléctrica o la cadena perpetua, según cierto experto aunque norteamericano. Otro -cerebrín- sospecha que les faltaría un poco de sustancia gris en la sesera. ¿Se les podrá clonar, pues, como ovejas a fin de reponerles la grisalla deficitaria o tendremos que seguir asándolos como pollos? Una cosa es segura: si salen de la cárcel, reinciden, o sea violan y matan, lo que igual nos lleva a revisar nuestro concepto de piedad penal, in blue.

Y es que la conducta humana nunca dejará de sorprendernos. Hay un tipo por ahí que se hizo estoico únicamente para evadirse de los posicionamientos políticos. Sólo que se atragantó (Epícteto: "No has nacido para compartir la humillación ni la desdicha. Si alguien es desdichado, recuerda que es desdichado por su propia cuenta") y empezó a considerar a los demás como basura. Ahora vive del cotilleo, imbuido por el firme propósito de enemistar entre sí a todos sus conocidos. Por contra, en el Instituto Tecnológico de Massachusetts están fabricando un robot al que quieren inculcarle sentimientos. El artilugio se llama Kismet y está aprendiendo a reaccionar a la presencia humana. De momento, exige que se le haga caso o, de lo contrario, se entristece. Una buena prueba de su nivel de evolución podría consistir en ponerle delante a un congénere, digamos Kismet II, y observar si, acostumbrado como está a tratar con seres superiores, el trato con sus iguales le lleva a desarrollar algo tan humano como el orgullo y el desprecio, aunque sean estoicos, o algo tan robótico como identificarse con el similar, in blue.

Nosotros parece que nos sentimos felices gastando el 24% del sueldo en alimentos, bebidas y tabaco (al no venir desglosados los diferentes capítulos cabe pensar que habrá quien se lo coma todo y no fume como habrá quien se lo beba todo y no coma), pero gastamos bastante más, casi el 26%, en calefacción y luz, lo que podría significar que hay mucho enchufado, quiero decir que a lo mejor se ha producido el contacto y estamos rodeados de alienígenas que obtienen su energía vital conectándose a la red eléctrica y, para disimular, se gastan lo de comer en tabaco. Como vascos, sostiene el Instituto Nacional de Estadística, leemos más periódicos, pero bastante menos que como navarros. A cambio, padecemos las mismas dificultades para llegar a fin de mes. De hecho, acabamos el año con una media de 1.500 pesetillas de números rojos. Eso nos pasa por haber ido al cine con la pareja. Y total para no meternos mano, porque en esto del sexo -por no decir el procrear- vamos a la cola del mundo, sin caer en la cuenta, además, de lo que eso podría estimularnos, in blue.

Que no obste, porque vamos a la cabeza (que no suele estimular nada) de retrasos en lo que se refiere a los aviones -Barajas y El Prat son el baldón de Europa-, aunque no debemos preocuparnos, porque llegar antes no significa llegar a tiempo. La prueba está en esos trenes de alta velocidad que, pese a nacer en circunstancias de juzgado de guardia, no estaban hechos para ir a los juzgados, sino a la luna. A la luna de Valencia, a la luna de horchata y fideuá para disfrutarla con Aníbal Lector, el robot Kismet y el eximio discípulo de Epícteto al compás no del silencio de los corderos, sino del blues. ¿Sabían que el 50% de la basura doméstica -gaviotas incluidas- se produce en las comunidades de Cataluña, Madrid y Andalucía? No nos dejan ni el consuelo de equipararnos en porquería, por eso no queremos estatuto, sino blues. El blues del tutifruti: tú te lo guisas y yo no lo como.

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