Quino atribuye el éxito de Mafalda a que la sociedad no ha cambiado
El dibujante publica '¡Cuánta bondad!', una recopilación de sus últimas historietas
Quino, el dibujante y humorista nacido hace 67 años en Mendoza (Argentina) como Joaquín Salvador Lavado, presentó ayer ¡Cuánta bondad! (Lumen), un libro que recopila sus últimas historias de personas maltratadas por la autoridad y las costumbres, publicadas en El País Semanal. Sobre Mafalda, el personaje que le llevó a la fama hace tres décadas, explicó que su perdurabilidad "quizá se debe a que siguen existiendo los mismos problemas y la sociedad no ha cambiado o todavía está peor".
Mafalda. Ya hace 26 años que dejaron de publicarse nuevas tiras humorísticas de la niña preguntona de cabeza gorda y pelo encrespado, pero un periódico argentino acaba de incluirla entre las 10 mujeres más influyentes del siglo en aquel país. "Es absurdo" se queja Quino, "ella es un dibujo. Una niña. Ni siquiera es una mujer".El dibujante, nacionalizado español desde 1990, acaba de viajar a China para promover las tiras de su diminuto personaje. Allí, explica, "las cosas son muy diferentes. No se me había ocurrido que Susanita, la amiga de Mafalda, pudiera ser un personaje subversivo con su obsesión por tener una familia numerosa". Pero Manolito, dice, sigue siendo el mismo niño empresario en todos sitios. Quino, hijo de republicanos españoles, continúa creyendo en el socialismo como la mejor forma de organización social.
En su nuevo libro, ¡Cuánta bondad!, presentado ayer en la tienda de FNAC en Madrid, el autor se sirve de personajes anónimos para tratar la desigualdad entre la "gente pequeña y los poderosos". Explica que sus páginas "no tienen nada de gracioso" pero que, aunque lo acusen de ser un amargado y un pesimista, la realidad es así". Luego añade que en realidad él no ha perdido el optimismo histórico, "podemos ir para atrás, pero se termina avanzando".
La vejez es otro de los temas recurrentes en el trabajo de este hombre maltratado por las enfermerdades. "A mí no me importa morirme, pero me gusta tomar un vaso de vino y me espanta pensar que el médico me lo prohíba".
Al hablar de sus influencias, señala que el cine le ha enseñado a componer las viñetas, luego mira al vacío y se pregunta melancólico cómo soñaría la gente antes de que existiera el cine.
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