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Rutherfurd novela 20 siglos de historia rusa marcados por la miseria violenta

Teatral y expresivo, Edward Rutherfurd es un narrador ambicioso que se ha empeñado en juntar su vocación de novelista y su oficio de historiador por Cambridge en libros gordos pero amenos que aspiran a resumir cientos de años en cientos de páginas. La última prueba es Rusos, meganovela histórica de 989 páginas que acaba de publicar Ediciones B. El autor dijo ayer en Madrid que la esencia rusa es miseria, paisaje y violencia.Para Rutherfurd (Salisbury, Inglaterra), el hecho fundamental que marca la convulsa historia rusa es la "naturaleza oriental del país, el despotismo tártaro, la herencia mongol, ese poder violento y dictatorial que logró convertir cualquier atisbo de influencia occidental, democrática, en un elemento secundario, sumiso".

Rusia, cuenta Rutherfurd, es un país sin carreteras en el que la línea recta no existe, donde el paisaje vago y ambiguo es cruzado por largos ríos sinuosos. Un paisaje en el que nadie sabe dónde está, y no sólo en el sentido literal, añade este historiador británico, que se acercó a Rusia porque su abuelo vivió allí largos años en el siglo XIX. "Ese no saber fatalista es la seña de identidad rusa. Si les preguntas qué va a pasar ahora, te dicen que habrá guerra civil. Si preguntas entre quién, contestan que no lo saben, que eso no es una pregunta rusa".

Todo ello, reconoce Rutherfurd, ha convertido la larga labor de documentación y escritura del libro en una etapa bastante depresiva: "Es una cultura muy mórbida, enfermiza, marcada por la miseria más absoluta y por esa violencia familiar que se respira en la autobiografía de Gorki, por ejemplo: esa tradición terrible es muy real".

Al mismo tiempo, el autor de London (libro hermano de Rusos, pero con Londres) cree que la belleza increíble de la herencia ortodoxa, perceptible por ejemplo en la música y el arte religioso de la Edad Media, fue cercenada por la conquista mongol, que impidió también el desarrollo de la producción colectiva, destruyó la base comercial y determinó el triunfo definitivo de la identidad oriental, "a pesar de que en el XIX el encuentro con Occidente produjo algunas de las mayores cumbres literarias de todos los tiempos".

Los 'sóviets'

"La gente romántica, esos nostálgicos de los tiempos de los zares, creían que el régimen soviético era un mal que se acabaría con el fin del régimen, pero desgraciadamente no es así", añade. "Los sóviets eran simplemente la expresión perfecta de la naturaleza rusa, despótica y oriental. Rusia ha sido siempre incapaz de crear riqueza en cooperativas, por mucho que ellos hablaran todo el tiempo de eso".Otro factor crucial es, según Rutherfurd, la ausencia de leyes tal y como las entendemos en Europa. "Pedro el Grande, que era tan terrorífico como Iván el Terrible, fue a Londres y vio a dos tipos con peluca. Cuando preguntó, le dijeron que eran abogados, y él contestó que en Rusia sólo había dos abogados, pero que cuando volviera iba a mandar ejecutar a uno".

Es sólo una entre las muchas anécdotas que novela este historiador apasionado, que basa el relato en una larguísima saga familiar que arranca en el siglo I y llega hasta nuestros días. Su esfuerzo asombroso es más una historia de las personas que un relato de los hechos. "La idea es que la verdad histórica no existe salvo en la mente de Dios, lo importante es resultar auténtico y contentar a las diversas corrientes historicistas". En cuanto al futuro, lo ve más bien oscuro. "Yeltsin bebe como un auténtico ruso. La economía sigue en la indigencia. Hace el mismo frío de siempre: trabajan seis meses y paran otros seis. Y aunque siga habiendo individualidades de gran talento en todas las disciplinas, no creo que sea posible tener muchas esperanzas de que la cosa mejore".

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