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Gore

Vicente Molina Foix

Éste no es un artículo sobre las elecciones presidenciales norteamericanas, pero Estados Unidos tiene que salir por fuerza. De allí procede el gore al que me refiero, y la propia palabra inglesa, que antes sólo designaba la sangre cuajada, ahora se ha extendido, como una espesa mancha semántica, para englobar ese cine y esa literatura que hacen de la sangre derramada y el brote de vísceras hacia el exterior su materia central.Estaba yo leyendo el último grito sobre el asunto, Goremanía (Alberto Santos Editor), cuando se presentó en casa mi amigo Miguel. Hablamos de sus estudios, de nuestra fijación mutua con Jane Bowles, del grupo musical que él ha formado, y me permití el capricho de preguntarle por los callos de su madre. Ya no tiene. O mejor dicho: ya no los hace. La madre de Miguel era dueña de un comercio de casquería en la zona del Palacio de los Deportes de Madrid, y yo comí sus callos deliciosos más de una vez; en este próximo año de cifras redondas había decidido atreverme con otras especialidades maternas muy recomendadas por el hijo: mondongos, criadillas, mollejas. La tienda no iba bien y cerró hace dos meses. ¿Qué comerá la gente en sus casas, me pregunto?

La gente come mucha mierda, y no hablemos del cine, la prensa o la televisión: allí nos entra por los ojos. Parece,sin embargo -si elevo el caso particular de esta madre a conclusión general-, que el estómago para la casquería se reduce. Los intestinos, las tripas, los hígados, las manos del animal; ¿serán quizá alimentos (o palabras) demasiado evidentes en su función secretora y excretora para que en estos tiempos limpios queramos ser vistos comprándolos,utilizándolas?

En el libro que estaba leyendo cuando llegó Miguel con la mala noticia del cierre de su madre escriben los mejores especialistas del gore, algunos, como Jesús Palacios y Pedro Calleja, con mucha sangre sobre sus espaldas (entiendan la metáfora, por favor); otros, sería el caso de Fernando Savater, más peeping tom del género que otra cosa. Que nadie espere del divertido y exhaustivo libro interpretaciones sociológicas ni lecturas psiquistas. Yo, que prefiero, como creo haber explicado, las vísceras comidas a las fingidas, leo con gusto estas obras para estar informado y ser hijo de mi tiempo; en la pantalla me hastían las ensaladas de menudillos humanos y el borboteo de la espesa salsa roja.

Pero la sangre fílmica va a más, Stephen King no sólo vende millones de ejemplares, sino que hay críticos que le ven méritos literarios, y las colas se reproducirán cuando vuelva al cine Hannibal Lecter, el personaje de Thomas Harris (no sé muchos más nombres; ya digo que no soy un connoisseur). La imaginación morbosa, la pintura negra, no son nuevas en el arte. Y conviene señalar que, en paralelo a esas banales explosiones sanguinolentas del gore, otros artistas se abren las carnes provocadoramente, críticamente, ante el público; en Castellón de la Plana, sin ir más lejos, donde -en su recién inaugurado Espai d"Art Contemporani- hay ahora una exposición, A sangre y fuego, que refleja bien algunas formas modernas de conjuro y examinación de la violencia.

Esa tarde, cuando mi amigo Miguel se estaba despidiendo, dijo algo atenuadamente, como un pensamiento tardío que pidiera voz. "Siempre le dije a mi madre que no usase la palabra despojos". Les parecerá una tontería, pero no había caído en la cuenta de que al conjunto de las cosas de comer que la madre de Miguel vendía en su casquería se les llama despojos. En un minuto, marchado ya mi amigo, me puse asquerosamente trascendente. Por un lado está el gore y su fantasmagoría gótica; por otro, la obscena y maquillada realidad. En medio, nosotros, que vemos tanto despojo humano andando por la calle, en el montón de cadáveres de la última guerra racial, o pidiendo limosna con acento austrohúngaro, que luego va y nos da repelús comer despojos a la madrileña.

Tengo que llamar a Miguel y proponerle algo. Abrir otra tienda de lo mismo que vendía su madre con otro nombre. La comida basura. Si añadimos, para estar al día, algo así como "cocina casera", o "delicatessen", nos forramos seguro.

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