Gente de la mafia
Hace algún tiempo dijimos aquí que cuando se juntan cuatro catalanes, o cuatro vascos, o cuatro madrileños , o cuatro cántabros,se constituye un fenómeno cultural, o una corriente, mientras que cuando se juntan tres leoneses o cinco canarios lo que surge es la mafia. La mafia leonesa, la mafia canaria. Teddy Bautista, el vicepresidente de la Sociedad General de Autores, que es de Las Palmas, y fue líder del grupo Los Canarios, ha convertido la mafia en magia, y así se refiere a lo que constituyen hoy lo que otros dirían que es la mafia canaria.De la magia -de la magia canaria- habló esta semana en la SGAE para hablar para los que son en sí mismos una mafia, o una magia, Los Sabandeños, que llevan más de treinta años convirtiendo la música en una seña de identidad de las islas y que acaban de publicar, con otro sello mafioso, Manzana, su disco número 50, al que han llamado Platino. Para presentarlo estuvo en Madrid Elfidio Alonso, que es el líder de Sabandeños desde que este grupo nació en el entorno del Ateneo de La Laguna, que mantuvo en el franquismo su carácter liberal y republicano, y de la universidad lagunera, que también fue en esos años ominosos un oasis extraño, abierto a la poesía comprometida de los líricos insulares y a los profesores y a los alumnos revoltosos a los que defendían rectores asimismo extraños, liberales y arriesgados.
Gente extraña estos Sabandeños: cuando nacieron, para hacer revivir la música folclórica canaria, se pensó siempre que eran sólo sombra de aquellos tiempos y resultado, bastante saludable, de una buena juerga. Se vestían -se visten aún- con una manta típica, de color blanco, una vestimenta que siempre resultó estrafalaria a quienes creen que en Canarias nunca se pone el sol. Nacieron en Sabanda, una finca de Punta del Hidalgo, al lado del mar, y ahí en invierno se reproduce el clima de Castilla después de otoño. Y a pesar de los agoreros, con una disciplina que no ha conocido otros desmayos que los desmayos humanos, el grupo siguió adelante, con mucha salud musical con un éxito indudable en Canarias, en la Península y en muchas partes del mundo,y con algunos vaivenes que desde el punto de vista ideológico también tienen que ver con el origen de su vocación: querían darle nueva voz al folclor canario, y lo hicieron, y luego asociaron su inspiración y su música con el ritmo que venía de América Latina; esa combinación, por otra parte natural, preside ahora todos sus ritmos y canciones, y, cómo no, está en el nuevo disco.
Hay en Platino dos elementos musicales que a los canarios levantan el ánimo: el famoso Islas Canarias, que Elfidio Alonso ha prolongado con letras de su cosecha, en su empeño, todavía no logrado, de hacer que ese pasodoble se convierta en el himno del archipiélago, y Roque Nublo, ese hermoso canto de Néstor Álamo a la montaña grancanaria, al que dio voz Alfredo Kraus. Oído fuera de la tierra, este disco, como la propia historia de Los Sabadeños, es, para los mafiosos, como la magia del flautista de Hamelín.
Y para seguir haciendo mafia, o magia: el ministro Mariano Rajoy entregó al pintor canario Cristino de Vera el Premio Nacional de las Artes Plásticas. "El primer premio de mi vida; nunca me dieron premios, ni en la escuela". Quienes conocen a Cristino saben hasta qué punto estos honores nunca fueron propósito que animara su vida; hace 10 años dijo que ya se iba a morir, y reunió a sus amigos de todas partes, para anunciarles la nueva inevitable pero fatal; les regaló el retrato de un esqueleto y escribió con bolígrafo la naturaleza de su predicción: "Seré así". Con la paciencia de un monje, y en la última década sobre todo gracias a su mujer, Aurora Ciriza, ha superado ese temor que parecía convivir con él, siguió pintando, ha hecho exposiciones, prepara otras, e incluso le ha permitido a la luz de la vida la entrada en sus cuadros, y donde antes había calaveras ahora hay flores. Cuando Rajoy le hizo ese homenaje estatal anunció que casi todos sus cuadros se irán a las islas, en una donación sucesiva que él asocia a la verdad de la vida: no va a quedar nada, que la tierra se quede con los cuadros...
Decía de él otro canario singular, Domingo Pérez Minik: "Qué personaje". Este personaje, Cristino de Vera, nunca ha sabido qué significa usar los valores de la mafia; se ha conformado con la magia, y ahí sigue, como un monje que de vez en cuando asoma su sombra
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