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Tribuna:A FAVOR DE LA JORNADA CONTINUA
Tribuna
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Un enfoque equivocado

Con relación a la polémica desatada en torno a la conveniencia o no de la jornada continua en los centros escolares de la Comunidad de Madrid, empezaré por decir que no existen estudios rigurosos por el momento que puedan avalar científicamente la conveniencia o no de tal medida, pero sí existen, sin embargo, experiencias y estudios que hablan de las dificultades de relación y comunicación, cada vez más alarmantes entre padres e hijos. En nuestro país, por desgracia, estamos acostumbrados a tratar los efectos de los problemas, en lugar de las causas que los provocan, y no cabe la menor duda de que los graves problemas que se están produciendo en las relaciones familiares, sobre todo en la adolescencia de los hijos, tienen sus orígenes en la relación que los padres tienen entre sí y con sus hijos, cuando éstos son pequeños.La cuestión de la jornada continua (que es un problema cíclico, aún por resolver) se está enfocando equivocadamente, según mi entender, porque se la está asociando con los niños llavero, con el turno intensivo, con quitarles los periodos de descanso, con el principio de equidad, e incluso con poner en peligro el sistema educativo público. Tales argumentos, siempre reduccionistas, carecen de una comprensión global del problema que, a mi parecer, consiste en la dificultad que encontramos para que determinadas instituciones del Estado cambien y se adapten a las situaciones siempre cambiantes de nuestra sociedad.

La familia de hoy en día, la familia urbana, tiene multitud de dificultades que las instituciones no saben o no pueden resolver, y por ello ha de abrirse un debate serio y no demagógico en torno a esta cuestión.

La jornada escolar, la escolaridad en general de los hijos pequeños, ha de tener necesariamente más presente las necesidades de las familias, ahora más que nunca, más que antes, ya que la estructura familiar del 2000 no tiene nada que ver con la que tenían nuestros padres de los cincuenta. Actualmente, la figura de los abuelos casi ha desaparecido y, con ellos, la ayuda que los padres tenían en la crianza de sus hijos, e incluso se tiende a una estructura monoparental como dominante en la ciudad.

La familia en la ciudad es una familia reducida, sin familiares cercanos, la pareja se encuentra cada vez más sola en la crianza de sus hijos y la sociedad, al mismo tiempo, les exige que ambos se incorporen a la vida laboral para poder tener un salario digno.

Las instituciones han de recoger esta nueva situación y facilitar la convivencia familiar entre padres e hijos lo máximo posible. No se entiende que el curso escolar sea independiente del calendario laboral, no se tiene en cuenta las dificultades de los padres para adaptarse a la escolaridad de sus hijos: semana blanca, vacaciones de Navidad, día del colegio, vacaciones de Semana Santa, largas vacaciones de verano, puentes. Supone un verdadero problema qué hacer con los pequeños. Existe una dicotomía clara entre el tipo de vida que llevan los padres y la de los hijos, y se tendría que tender a armonizar más dichos patrones de vida, intentando en lo posible al menos compartir las comidas.

También se puede entender que la Administración tenga dificultades a la hora de satisfacer los intereses y necesidades de todo el mundo, a la hora de mediar en este conflicto que a primera vista parece sencillo de resolver, en la medida en que padres y profesores están de acuerdo con cambiar a la jornada continua, distribuyendo el contenido del curso a lo largo de los meses: acabar más tarde y empezar antes. Ya que la Administración debe evitar el agravio comparativo, y negociar con todos los factores intervinientes en un cambio de tal magnitud, se le ha de dar tiempo para que su respuesta sea efectiva y los cambios no resulten dolorosos. Los experimentos, cuando de familias con niños se trata, han de ser extremadamente cuidadosos.

En definitiva, necesitamos una nueva concepción del mundo escolar. El colegio de hoy necesita de nuevos aportes, de turnos flexibles, que favorezcan la convivencia familiar y armonicen la vida social del niño. Me resulta difícil pensar que, con unos padres responsables y satisfechos con el colegio de sus hijos y unos profesores motivados por mejorar las condiciones de su trabajo, se puedan perjudicar a los hijos y a los alumnos, y me resulta más fácil reconocer cuándo las normas se sitúan en contra del sentido común.

Manuel Calvache Pérez es doctor en Psicología y presidente de la Asociación de Profesionales para la Atención y el Desarrollo de la Adolescencia (APADA).

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