El desarrollo en América depende de una eficaz gestión educativa, según los expertos
La Semana Monográfica de la Fundación Santillana analiza las necesidades del sector
América Latina gasta en educación un porcentaje del PIB parecido al de los países de la OCDE, en torno al 5%. Sin embargo, las necesidades de la región son muy superiores, y cualquier esfuerzo, por grande que sea, resulta insuficiente. Expertos de varios países discuten desde ayer en Madrid, entre otros asuntos relacionados con la financiación de la educación, retos y soluciones educativas para América Latina. El encuentro se produce en el marco de la XIV Semana Monográfica de la Fundación Santillana, inaugurada por el ministro de Educación, Mariano Rajoy.
"Sin despreciar a otros continentes, América Latina siempre ha sido modélica en la prioridad que ha dado a la educación", comentó ayer en conferencia de prensa el director de las jornadas, Ricardo Díez Hochleitner. Sabedores del papel esencial que tiene la educación en el desarrollo social, cultural y económico de cualquier país, los Gobiernos de América Latina han dado prioridad en sus presupuestos a la educación. Pero numerosas trabas, empezando por la inestabilidad financiera en la región y continuando por la falta de continuidad de los gobiernos, impiden que las buenas intenciones se conviertan en logros. "No es el momento más brillante para pedir", recordó Díez Hochleitner.El primer escollo importante es la demografía. Mientras en los países de la OCDE cada vez nacen menos niños, en América Latina el problema es justo el contrario: la población en edad escolar no deja de crecer. Gabriel Betancur, ex ministro de Educación de Colombia, recordó que la población de América Latina tiene una tasa de crecimiento superior al 2% anual. Eso obliga a aumentar el gasto de forma contínua y en proporción similar al crecimiento demográfico. De lo contrario, los recursos deben repartirse cada vez entre más gente.
Combatir la desigualdad
Un segundo factor es que gran parte del gasto educativo en América Latina lo afrontan las propias familias. Por lo tanto, a menos que aumente la proporción de gasto público, la educación no sólo no contribuye a eliminar las desigualdades sociales, sino que, al contrario, ayuda a perpetuarlas.
Frente a tanta apreciación pesimista, algunos de los expertos que participaron ayer en la presentación de las conferencias subrayaron el momento crucial que vive América Latina para el despegue definitivo de su educación.
Donald Winkler, especialista del Banco Mundial en esta materia, habló de dos grandes desafíos de la educación en América Latina. Por un lado, educar a los profesionales para aumentar su capacidad de competir económicamente, afrontando las nuevas demandas de la economía global. Por otro, utilizar la educación como arma contra la desigualdad social y la pobreza, ya que "a través de la educación se opta a empleos mejor remunerados".
Winkler destacó el esfuerzo financiero hecho en los últimos cinco años por países como Argentina, Colombia o Chile, y recordó también la necesidad de gastar el dinero de forma equitativa, invirtiendo sobre todo en capital humano.
A la importancia del factor humano se refirió también en la inauguración de las conferencias Jesús de Polanco, presidente de la Fundación Santillana: "Tenemos que asegurar entre todos un sólido futuro para el aprendizaje en un mundo en el que el capital humano se empieza a reconocer, al fín, como el principal activo de toda empresa privada, como también lo es de hecho en toda acción pública si quiere ser eficiente".
Román Mayorga, especialista en educación del Banco Interamericano de Desarrollo, aludió a los claroscuros que, a su entender, presenta la educación en América Latina. Los oscuros se refieren a "la deficiente situación general de la educación", y los positivos son "el aumento de la conciencia de que es necesario actuar y pedir recursos a las instituciones".
Román Mayorga resumió en tres los motivos que invitan al optimismo. El primero es de tipo económico. Dijo que la globalización y la revolución tecnológica han hecho entender a los Gobiernos de América Latina que para integrarse y competir en el siglo XXI hace falta invertir en proporcionar conocimientos y capacitación a los profesionales. Un segundo motivo de esperanza es político: la democratización de América Latina ha aumentado la participación de los ciudadanos en la vida política.
El último argumento tiene que ver con la conciencia creciente de que ha llegado el momento de hacer algo fundamental por la igualdad, puesto que ni los modelos económicos de los 80 ni los ajustes posteriores han conseguido erradicarla.
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