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FESTIVAL DE VALLADOLID

Albaladejo continúa en su vertiginoso ascenso

Miguel Albaladejo consigue con Ataque verbal mantener la vertiginosa línea ascendente de su cortísima y brillante andadura en el cine español. Enlaza aquí siete situaciones cómicas muy vivas, con las que logra sin forzamiento un largometraje ágil y divertido, que da indicios de que obtendrá una buena y merecida audiencia. En línea similar, pero más complicada, está Encuentros nocturnos, donde el alemán Andreas Dresen recorre rincones oscuros y míseros de la noche berlinesa.Es Encuentros nocturnos una buena película.En Ataque verbal, Miguel Albaladejo emprende una aventura cinematográfica emparentada con la del filme alemán, pero lo hace a través de pequeñas historias formalizadas de manera muy distinta. Si en Encuentros nocturnos Andreas Dresen emplea el cruce de itinerarios, unas veces en contrapunto y otras en montaje paralelo, en la película española se sigue otro método, aparentemente más sencillo y fácil de sostener, pero más peligroso, porque, al tener menos recovecos argumentales, tiene menos agarraderas, y el hecho de que funcione o no funcione depende casi exclusivamente de la calidad de las historias cortas ensambladas y de las capacidades de los intérpretes para involucrarnos con rapidez máxima en ellas.

Tanto Albaladejo como los 14 intérpretes de Ataque verbal emplean con redomada astucia y eficacia sus recursos y su velocidad de enganche, por lo que la película se respira con enorme comodidad y despierta mientras transcurre una sonrisa agradecida que se abre en la primera historieta y no se cierra hasta la última. Componen el entramado del filme siete situaciones, siete diálogos, siete semillas de relatos interpretados a dúo. Algunos de estos dúos son magníficos, como el que cierra la película entre la actriz y cantante cubana Lucrecia y la española Marta Fernández Muro, que es en sí mismo un delicioso cortometraje. Y, finalmente, la arriesgadísima, pero admirablemente resuelta por la actriz, visita de Adriana Ozores al campesino Roberto Álvarez, que se ha beneficiado, mediante un trasplante, del hígado de su marido muerto. Es, como el último de la película, un magistral cortometraje que pone a las claras que el ascenso en dos años de Miguel Albaladejo, desde La primera noche de mi vida hasta Manolito Gafotas, no es en modo alguno casual y responde a un instinto agudo del éxito.

Es Ataque verbal una película menor, pero arriesgada. Roza el bodrio y la facilonería, pero la sortea. Su escritor y director maneja con endiablada habilidad sus propias limitaciones, lo que es la única manera conocida de sobrepasarlas. Hay en esta pequeña película, hecha con cuatro cuartos y mucha imaginación, indicios de que un genuino y eficacísimo cineasta de comedia se está forjando y crece por días en cada nuevo momento, en cada idea, en cada nueva situación que filma.

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