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Álvarez Cascos reduce su actividad política a la mínima expresión

Luis R. Aizpeolea

Representantes de CiU en el Congreso pidieron días atrás, por medio de uno de sus colaboradores, que el vicepresidente primero del Gobierno, Francisco Álvarez Cascos, se reúna con ellos para coordinar sus actuaciones como socios parlamentarios. Al efecto, alegan que no se han visto con él desde su encuentro de despedida veraniega en La Moncloa, en julio, y que anteriormente lo hacían con una regularidad semanal. Es una muestra más de que Álvarez Cascos ha reducido su actividad política a la mínima expresión.

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El caso planteado por Convergència i Unió (CiU) revela el grado de desapego de la actividad política por parte del antes todopoderoso vicepresidente primero del Gobierno, Francisco Álvarez Cascos, ya que la coordinación parlamentaria con el grupo catalán, el vasco y el canario se había convertido en su principal cometido tras dejar el relativo al control de las comunicaciones de La Moncloa, en julio de 1998, y el de secretario general del PP, en enero pasado.Lo cierto es que, desde que el secretario de Estado de Presupuestos, José Folgado, se encargó en julio del seguimiento de la ejecución económica, que él controlaba en lo referente a las inversiones en las comunidades, Álvarez Cascos no ha vuelto a convocar a la representación de CiU, según confirman fuentes de esta coalición.

¿Qué hace Álvarez Cascos? Su agenda semanal llama la atención si se la compara con las de los demás miembros del Gabinete de José María Aznar. Sistemáticamente, aparecen en ella su compromiso de presidir los miércoles la Comisión de Subsecretarios, que prepara el Consejo de Ministros, y su asistencia los viernes a la reunión plenaria.

Y poco más, porque no tiene labores de coordinación interna con los ministros en su calidad de vicepresidente primero: los políticos -Jaime Mayor Oreja, de Interior; Eduardo Serra, de Defensa; Ángel Acebes, de Administraciones Públicas...- despachan directamente con Aznar, que gusta de seguir con meticulosidad sus actuaciones.

En los medios políticos del PP o de fuera de él hay unanimidad al considerar que Cascos está pasando por los últimos meses de su actividad política y que no volverá a sentarse en un Consejo.

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Las razones de su progresiva caída en desgracia, desde julio de 1998, tienen un componente político claro, según los populares: su estilo bronco, que exhibió con lujo en la crisis interna de su partido en Asturias -le acarreó una escisión y la pérdida de la Junta del Principado en las elecciones del 13 de junio-, y su consecuente mala imagen, que le sitúa siempre en el grupo de cola en las encuestas de calificación ministerial. Aznar, dicen en su propia formación, no ha olvidado sobre todo lo de Asturias.

Tampoco ha ayudado a Cascos su actitud complaciente con el PNV en un momento en que Aznar ha marcado claras distancias personales con Xabier Arzalluz y su partido por no haberle informado con antelación de la firma del Pacto de Lizarra y la declaración de tregua indefinida por parte de ETA. Cascos incluso ha seguido agasajando al PNV y dejándose agasajar por él cuando ya no se llevaba en La Moncloa. Además, el PNV tiene el sino de homenajear a quienes han perdido sus posibilidades de futuro.

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