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La recesión acecha al milagro económico

Una previsión de crecimiento de sólo el 1,5% y un déficit galopante enturbian el fin de una década prodigiosa

El presidente que se despide ha transformado en los últimos 10 años la faz de Argentina. Hoy, la estabilidad económica es el bien más preciado de los ciudadanos, que recuerdan con terror los años de la hiperinflación durante el Gobierno de Raúl Alfonsín y que Carlos Menem no controló hasta 1991, cuando comenzó el plan de convertibilidad, el peso argentino quedó atado al dólar y el alineamiento con Estados Unidos tuvo una proyección monetaria. La economía se abrió, se privatizó todo lo privatizable, y aumentaron las reservas. Argentina tiene hoy un cómodo colchón para afrontar cualquier turbulencia financiera, pero también se detectan síntomas de una recesión. De una situación bajo mínimos en julio de 1989 se ha pasado en 10 años a unos depósitos de 80.000 millones de dólares (12,8 billones de pesetas) y créditos por más de 65.000 millones.Las elecciones del domingo coinciden con una nueva recesión en América Latina después de una etapa de apertura y desregulación de la economía y privatizaciones por doquier, que generó crecimiento del PIB y del comercio exterior. La década de los noventa sucedió a la llamada década perdida y dio paso a una nueva generación de dirigentes que abrió la economía, introdujo profundas reformas de libre mercado, redujo la burocracia estatal y dio entrada a los capitales foráneos. Estimaciones del Fondo Monetario Internacional (FMI) indican que el año pasado los flujos de capital extranjero hacia la región disminuyeron un 55%. En la primera mitad de 1999 casi todos los países de América Latina registraron una acentuada desaceleración del ritmo de crecimiento económico, o abiertamente una recesión, indica un estudio de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe de la ONU (CEPAL).

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Quienes sostienen que la del 90 fue la mejor década prácticamente de todo el siglo, según palabras del número dos del FMI, Stanley Fischer, advierten hoy de los riesgos que afronta Argentina. La previsión de crecimiento para el año próximo apenas llega al 1,5%, la producción industrial ha retrocedido un 14,5%, y el déficit fiscal es de 6.500 millones. Para su financiación, el FMI ha prometido al nuevo Gobierno un préstamo de 10.000 millones de dólares, siempre y cuando adopte una acción rápida y explícita para un severo ajuste fiscal. Las exigencias del Fondo incluyen reformas a la ley de jubilaciones, una reforma laboral que abarate el despido, un plan contra la evasión, y recortes en el gasto en las provincias a través de una ley de coparticipación federal.

La mayoría de economistas y candidatos a las elecciones del 24 octubre son firmes partidarios de mantener la convertibilidad entre el peso y el dólar. Pero, como dice Roberto Lavagna, ministro de Industria y Comercio en el Gobierno de Alfonsín y gestor de los primeros acuerdos de Mercosur, ni los economistas ni los políticos determinan el tipo de cambio en el mundo actual de flujo libre de capitales. Por ejemplo, Brasil devaluó no porque el Gobierno lo decidiera, sino porque perdió una parte de sus reservas.

"Argentina afronta problemas de competitividad, no sólo porque no exporta, sino porque le cuesta competir en su propio mercado interno. Estos problemas se acumulan desde finales de 1993. Argentina tiene déficit con el Nafta (Zona de Libre Comercio del Atlántico Norte, en sus siglas en inglés), la UE, China, Japón y con los países pequeños asiáticos. La excepción es Brasil y Chile", señala Lavagna.

La convertibilidad ha sido "notablemente eficiente para la estabilización de la economía desde la década de los noventa, cuando los agentes económicos tenían una escasa confianza en las políticas económicas del Gobierno", dice Bernardo Kosacoff, economista jefe de la CEPAL. Sirvió para estabilizar la economía, pero hoy empieza a ser un corsé, ya que "la paridad cambiaria impone un sistema muy rígido frente a la situación internacional". Pero al mismo tiempo, admite Kosacoff, una modificación de la convertibilidad "afectaría a los contratos establecidos en la economía", ya que tres cuartas partes de las deudas de los argentinos están en dólares. "A diferencia de lo que pasó en Brasil, en Argentina existe la presunción de que cualquier variación del régimen cambiario generaría inmediatamente un rebrote de los precios y atentaría contra el proceso de estabilización".

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La guerra comercial entre Argentina y Brasil, los dos principales socios del Mercosur, ha puesto de manifiesto las dificultades con que tropieza este organismo, que reúne además a Uruguay y Paraguay, y a Chile como miembro asociado. La última crisis entre los grandes comenzó cuando Argentina anunció medidas restrictivas al ingreso de zapatos brasileños, producidos a un menor coste tras la devaluación del real. Pero, detrás de esa crisis había cuestiones de fondo. Por ejemplo, las políticas macroeconómicas muy distintas y notables divergencias en el campo de la política internacional, según apunta Roberto Lavagna.

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