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FIN DE LA ERA MENEM

Un peronista de manual traicionado por Menem

En siete de las diez fórmulas presidenciales que se presentan en las elecciones generales que se celebran mañana en Argentina hay peronistas. Pero si al peronismo le queda un peronista auténtico ese es Eduardo Duhalde, el candidato del Partido Justicialista. El general Juan Domingo Perón, fundador del Movimiento Nacional Justicialista, estaría orgulloso de este descendiente de vascos, de 58 años, a quién llaman Negro la familia o los amigos y Cabezón los compañeros y adversarios políticos."Somos el huracán de la historia", dice Duhalde del peronismo. "Los radicales se la pasan hablando y cuando terminan creen que solucionaron los problemas. Nosotros hablamos lo indispensable y hacemos".

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Abogado del fuero laboral, hijo de socialista y de radical, fue militante de base en el municipo suburbano de Lomas de Zamora, al sur del gran Buenos Aires, del que llegó a ser dos veces alcalde. Duhalde participó de las corrientes renovadoras de su partido tras la derrota electoral de 1983, y Menem le eligió como acompañante en la fórmula presidencial de 1989. Renunció a la vicepresidencia y ganó la gobernación de Buenos Aires en 1991, cargo en el que fue reelegido nuevamente en 1995.

Casado con la diputada Hilda Chiche González y padre de cinco hijos -una de sus hijas se llama, como corresponde, María Eva, en homenaje a María Eva Duarte, Evita Perón-, el candidato sigue convencido de que su partido es el único capaz de luchar por la justicia social. Un peronista con proyecto peronista al que, según los sondeos, no le va a votar la mayoría de los peronistas que llevaron a la victoria electoral a Carlos Menem en 1989 y que volvieron a reelegirle en 1995 con más del 50% de los votos. En el futuro, Duhalde seguramente tendrá que cargar con la cruz de la derrota personal y con todos los que se le colgarán de ella para recordarle que, además, llevó al partido a sufrir una catástrofe electoral histórica.

En público, El Cabezón se ríe de los que "quieren hacer guiso de liebre y todavía no la cazaron", pero en casa, con Chiche y los amigos, El Negro sabe que pierde y no puede ocultar su dolor por lo que considera la traición de Menem.

La burocracia del partido pudo con él. Necesitado de los fondos para la campaña electoral, del apoyo de los gobernadores peronistas, de la estructura nacional del partido, creyó que podía acabar con las disidencias y se quedó casi solo. Menem no le perdonó las críticas al Gobierno y al modelo económico, que, a juicio de Duhalde, se había agotado ya hace dos años y debía ser reemplazado por otro que recuperara la acción social del Estado. La guerra solapada, de doble discurso, desatada por Menem contra el candidato fue despiadada y cruel desde que Duhalde anunció su postulación y hasta los últimos días.

"Es mejor que [Menem] no venga al acto de cierre, ya ha hecho demasiado por nosotros", dijo el miércoles Duhalde sin disimular la ironía en el tono.

Y el jueves, ante una multitud reunida en la ciudad de Rosario, el candidato se sintió libre al fin y más peronista que nunca. Con la voz templada y serena, convocó a todos aquellos "que legítimamente quieren castigar al Gobierno".

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