Ayuda
A este Gobierno, al que tanto preocupan las repercusiones negativas que la orden de extradición contra Pinochet pueda producir en la democracia chilena, se la traen totalmente al pairo las consecuencias que su funesta aplicación de la ayuda al desarrollo tendrán, sin duda alguna, en la miseria y la supervivencia de los países centroamericanos que en su día fueron azotados por el huracán Mitch. Tanto bombo y tanto platillo cuando se anunció la concesión de créditos blandos, tanto aznarvoceo a los cuatro vientos, y ahora nos enteramos -porque lo ha denunciado con contundencia la ONG Intermón- de que lo que nuestros próceres están practicando es una especie de usura selectiva. Por una parte, prácticamente dos tercios de las ayudas concedidas son créditos de los Fondos de Ayuda al Desarrollo (FAD), que hay que devolver y que generarán una nueva deuda, y los costes burocráticos que supone la devolución sólo los harán accesibles a las rentas medias, quedando excluidos campesinos y pequeños productores. A estas alturas, además, sólo se ha ejecutado el 4% de esa ayuda.Pero lo peor es que nuestro Ministerio de Economía -pasándose por el forro las pretensiones del desacreditado blando Abel Matutes- condiciona la dicha ayuda al suministro de bienes y servicios por las empresas españolas. Por eso el dinero no va a parar a obras sociales, sino a carreteras turísticas: en Nicaragua, sólo tres de los 15 proyectos que tienen en trámite están situados en zonas dañadas. A El Salvador no se le está mandando lo prometido porque no les encajan las peticiones con los materiales españoles que les quieren colocar, que a saber en qué consisten, vidas mías.
En lo que respecta a la solidaridad, sí puede decirse que estamos comportándonos como colonialistas. A todo esto, la ayuda al desarrollo desembolsada por nuestro país el año pasado alcanzó el 0,25% del PNB español: muy por debajo de lo que se consiguió a principios de la década, y, a este paso, el objetivo pactado del 0,30% para el 2002 no se alcanzará. Claro, que tal como se distribuye, ¿para qué? Sólo pensar lo que harían con el 0,7%, si se lograra, se me rizan los pompones.
No me extraña que Ana Botella cada día esté más entregada a sus ONG.
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