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Los obispos europeos piden que se condone la deuda al Tercer Mundo

El Catecismo Social se publicará en el 2000

ENVIADO ESPECIAL En materia social, los obispos creen que éste es "el siglo de la Iglesia" y piden al Papa que lo resalte publicando lo que han bautizado ya como el Catecismo Social. Se editará el 1 de mayo del 2000. Fernando Sebastián, arzobispo de Pamplona y uno de los redactores del mensaje final, dijo ayer que hoy pedirán condonar la deuda del Tercer Mundo y que las naciones ricas destinen un porcentaje a ayudar a los países pobres.

No habrá crudeza en el mensaje oficial del Sínodo, pero sí una enérgica llamada a los poderosos para que derriben "los muros invisibles del egoísmo". Es la definición empleada ayer por Fernando Sebastián, exvicepresidente de la Conferencia Episcopal Española. Sebastián se mostró consciente de la severidad con que algunos prelados se habían expresado en el aula sinodal, en concreto el cardenal de Viena, Cristoph Schömborn, que relacionó la política migratoria de la Unión Europea ("la frontera de Schengen", dijo el austriaco), con aquella otra frontera terrible del telón de acero que fracturó a Europa durante décadas. "En un mensaje oficial no cabe ese tipo de discursos, pero sí pedimos que se acelere el proceso de integración", afirmó Sebastián.La generosidad de la Europa más rica debe ir en "dos direcciones inseparables", en palabras del arzobispo español. La primera decisión que hay que tomar es la condonación de la deuda externa. Pero no será suficiente: habrá que aumentar inmediatamente la ayuda a esos países pobres. Pero "tiene que ser una ayuda extraordinaria, no usurera. Si a un pobre le prestas dinero al tanto por ciento, todavía le haces más pobre", explicó Sebastián.

La Iglesia católica está orgullosa de su doctrina social y pone el acento en la encíclica Rerum Novarum, de León XIII. La huella de aquella visión doctrinal, que surgió para pararle los pies a la pujante y radical socialdemocracia de finales de siglo pasado y para poner orden interno en la llamada "cuestión obrera", se ha extendido a lo largo de este siglo con varias encíclicas sobre el mismo asunto.

La mayoría de los obispos cree que la caída el comunismo, una de las obsesiones del actual pontificado, acrecienta ese prestigio social de la Iglesia, pero éste es un sínodo europeo y templado, en el cual hablar de Carlos Marx causa irritación a decenas de prelados que vienen del Este europeo, y en el que una voz como la de Helder Cámara, el arzobispo brasileño que acaba de fallecer y uno de los líderes de la perseguida Teología de la Liberación, hubiese sonado a herejía a pesar de ser tan exacta. "Si doy comida a los pobres, me llaman santo. Si pregunto por qué los pobres no tienen comida, me llaman comunista", se lamentaba Helder Cámara. Derribado el fantasma del comunismo, a la Iglesia católica ese mensaje le suena ya como el que explicaba ayer el arzobispo de Pamplona.

El grueso y el meollo de los otros documentos que produce la asamblea de obispos tienen el carácter de secreto. Se trata de medio centenar de propuestas que servirán de guía al Papa para redactar una solemne exhortación apostólica. Cuando se promulgue, dentro de varios meses, será el documento oficial y único de este II Sínodo europeo. Las propuestas se votan esta mañana y, por la tarde, los 179 obispos deciden qué 10 prelados ayudarán a Juan Pablo II en esa tarea.

Es, sin duda, otra representación precisa de los nuevos tiempos: el Papa manda, pero tiene que consultar a los obispos. Esta colegialidad fue consagrada por el Vaticano II. Los nuevos vientos también imponen otra prudente medida: los diez redactores se repartirán por cuotas, cinco prelados del Este europeo, de los que uno tiene que ser de rito oriental, y otros cinco de la Europa occidental.

Quinielas

¿Quinielas? Los vaticanólogos se debatían ayer en un mar de dudas, porque esta nueva Europa eclesial acaba de salir del horno. Pero es seguro que habrá un italiano, otro francés, un alemán y alguno de habla inglesa

Entre los occidentales, quedaría por elegir a un quinto redactor y la oficialmente muy católica España debería contar sobremanera. Pero ayer el arzobispo Fernando Sebastián, que lleva con éste cinco sínodos, se mostraba muy cauto. "¿Un español? Somos una minoría", dijo con sorna. Él mismo suena entre los candidatos, junto al obispo de Zamora, Juan María Uriarte Goiricelaya, otro de los prelados destacados en este sínodo, porque parecería lógico descartar al cardenal de Madrid, Antonio María Rouco Varela, eficacísimo relator general del sínodo pero muy cargado ya de responsabilidades y trabajos

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