_
_
_
_

Una selva de incógnitas

Desconocen en qué país les han tenido secuestrados. Aquella tupida selva podía estar en Ecuador, en Colombia, incluso en Brasil. Afirman también ignorar quiénes eran aquella veintena larga de hombres que les mantenía encañonados mientras caminaban horas y horas haciéndose camino a duras penas entre la vegetación. Quién sabe y a quién le importa. Desde luego, no a los hermanos Mimenza, María Jesús (29 años) y Ander (26) , ni a Jesús María Magunagoioetxea (30), marido y cuñado, respectivamente. Lo único que les importa ahora es que lo que iba a ser una visita turística a un parque natural ecuatoriano, y de pronto y por "mala suerte" se convirtió en un secuestro, se ha acabado."Ellos en ningun momento nos dijeron quiénes eran, tampoco nos importaba. Realmente, fuesen quienes fuesen, estábamos allí, privados de libertad ". Ni María Jesús ni Ander entraron en demasiados detalles, como tampoco lo hicieron sus captores: "No nos dieron ninguna explicación de nada".

Más información
Aún cautivos

Los hermanos Mimenza ofrecieron ayer una conferencia de prensa en Bilbao. Presentaban un aspecto muy aceptable, con algunos kilos menos. Aparecieron bastante serios. Sólo mostraron sonrisas al hablarse al oído. El tercer protagonista vasco de la "increíble" experiencia no estuvo presente, porque "está pochito", explicó su esposa.

Otra incógnita es por qué los secuestradores dejaron ir a los ecuatorianos que iban con ellos si ya tenían en su poder a ocho trabajadores de una petrolera -siete canadienses y un estadounidense que siguen cautivos-, que eran, según los Mimenza, el objetivo de su captura. "No conozco el motivo y bueno... sea cuál sea el motivo de un secuestro, no me merece la pena mencionar un motivo", fue todo lo que precisó María Jesús.

Ella, su marido y una compañera cooperante de Ander, Sabine, recuperaron el viernes pasado la libertad que unos desconocidos les arrebataron el 11 de septiembre. Ander tuvo más suerte. Lo dejaron ir el 23 de septiembre para que informara a las familias de que el resto estaba bien.

Ander recordó -"no es un secreto para nadie"- que los testigos ecuatorianos dijeron que les pareció percibir en los guerrilleros acento colombiano. Lo peculiar es que las FARC, de Colombia, que tenían muchos boletos para ser las responsables de la acción se apresuraron a negar la autoría. Nadie la ha reivindicado.

Los guerrilleros, a los que en un principio confundieron con militares ecuatorianos, eran "parcos en palabras". Los hermanos evitaron responder si iban encapuchados. "Les veía, pero no les veía, ellos no se dejaban reconocer", acertó a decir ella. "Eran bastantes, nunca veíamos a todos". María Jesús insistió: "Ellos tenían muy en cuenta su seguridad, eran muy cuidadosos en todo lo que hacían". De hecho, aunque no vieron una sola población ni a nadie, la norma era susurrar. Entre la docena de cautivos y con sus captores. "Después de un mes hablar así se nos hace raro", explicó María Jesús.

Afirmó que, "como allí no hay vallas fronterizas", no sabe en qué país estuvieron. Tampoco precisaron la distancia entre los puntos donde les apresaron y donde fueron liberados.

Caminar, comer de lo que hubiera y dormir dónde y cómo se pudiera era la rutina. Con los cambios -la liberación de Ander o la separación de los anglosajones- se reforzaba su esperanza, que de todos modos nunca perdieron.

"Lo positivo [del secuestro] es que ves lo fuerte que puedes llegar a ser en determinados momentos". No hacía falta que la menuda María Jesus lo jurara. Su, en apariencia, frágil constitución debió de sufrir lo indecible. Relató que cuando desfallecía le daban "un bote de leche condensada". Era la manera de que cargara pilas para seguir caminando, lo único que parecía preocupar a los guerrilleros.

Lo que les preocupa ahora a ellos tres es que liberen a las ocho personas con las que compartieron el principio de la odisea y para quienes hicieron de traductores, y retomar la vida cotidiana. Eso en el caso de Ander significa regresar a Ecuador a proseguir con el trabajo de cooperante que empezó hace ocho meses. "Allí está mi casa", pero "todavía no sé cuándo volveré". Lo que sí saben su hermana y su cuñado -ella lo explicó- es que se dan por satisfechos con el viaje de novios. No habrá otro. Aunque al final se torciera en la selva de algún lugar de Suramérica.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_