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La sexta gran extinción

"El hombre está incidiendo de manera muy intensa sobre la naturaleza. De hecho, hoy pensamos que estamos en la sexta gran extinción en la historia de la Tierra". Sin querer caer en catastrofismos, Miquel de Ranzi, catedrático de Paleontología de la Universidad de Valencia, expuso ayer una idea casi generalizada entre sus colegas: el ritmo actual al que desaparecen especies animales y vegetales no tiene nada que envidiar a las grandes debacles de la vida terrestre ("las big five"). Reunidos en la sede de la UIMP de Valencia en un seminario sobre las Teorías de la extinción: perspectivas y prospectivas, los paleontólogos intentan desvelar las incógnitas que rodean a estos "puntos críticos en la organización de la vida".Renzi, director de las jornadas, explicó cómo el concepto extinción nació cuando los paleontólogos, al estudiar los fósiles, vieron "que algunos esquemas orgánicos no tenían correlato viviente en la actualidad". Pero hay formas y formas de desaparecer. Así, los expertos admiten que las especies evolucionan, se adaptan a nichos ecológicos o modos de vida y cuando éstos cambian o se extinguen.

Lo que diferencia a estos ciclos normales ("la extinción de fondo") de los episodios catastróficos ("la extinción en masa") es el ritmo. Y el de ahora es grave. En pocas décadas han desaparecido miles de especies sin llegar a ser clasificadas. Sin embargo, la especie humana, que tiene cualidades para constituir el ser hegemónico de toda una era ("una especie para durar cinco o diez millones de años", como en su día los dinosaurios), tiene un inmenso poder para provocar, conscientemente, la sexta catástrofe.

¿Qué pasará entonces con la especie más inteligente? "Todas las especies son finitas y perecederas, y el hombre entraría en la lotería de la extinción". Luego, la sucesión no estaría clara. Cuando desaparecieron los dinosaurios (episodio que no fue el más trágico de las big five, en el permotriásico se extinguieron el 90% de las especies) se beneficiaron unos bichos pequeños, peludos y más bien esmirriados: los mamíferos. El cerebro creció luego.

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