Tres en raya
Aznar se apareció en la campaña catalana y recibió la pleitesía de la llamada sociedad civil, eufemismo, de escaso rigor técnico, para identificar a las gentes de dinero y poder. Esta sociedad civil acostumbra a ser partidaria de quien gobierna o de quien pueda gobernar. En estas elecciones no dan abasto porque hay en escena dos que ya gobiernan -Aznar y Pujol- y un tercero que podría hacerlo -Maragall-. Quedar bien con todos es fatigoso.Aznar y Pujol, socios de gobierno en Madrid, tienen que escenificar afiligranados desencuentros en Cataluña. El último sainete que se han inventado es La verbena de los moderados. Aznar quiere moderar a Pujol. Y Pujol se pavonea de haber moderado a Aznar. Para Aznar, Pujol lo tiene todo para ser de la familia: un catolicismo estructural, una moral meritocrática del trabajo y de la competitividad, una apuesta por el liberalismo económico a pesar de sus querencias comunitaristas. Pero le engaña el corazón. El corazón es nacionalista catalán. Y estos impulsos son los que Aznar quiere moderar.
Pujol, sin embargo, está convencido de que, si no fuera por los votos que CiU ha aportado a la mayoría parlamentaria, el PP habría enseñado al mundo la derecha española intolerante que lleva dentro. Y en su pulsión por la equidistancia -hoy gobierno contigo, mañana con el otro- no duda en apuntarse como méritos propios las políticas económicas de Solbes en el pasado y de Rato en el presente. Aznar quiere moderar a Pujol, Pujol cree que ya ha moderado a Aznar. Y a partir de aquí, palabrería.
Aznar viene a Cataluña a poner su ficha en el tres en raya que dé la victoria a Pujol. Y Pujol quiere poder prescindir de la ficha de Aznar en Cataluña, pero poner la suya en el tres en raya de la próxima legislatura española. Claro que Pujol juega con la ventaja de saber que gane quien gane en Madrid tendrá que pedirle ayuda.
Aznar ya sabe que en esta elección poco tiene que decir el PP, que ya hará bastante si consigue apuntalar a Pujol. Por eso viene a que le vean, como una sombra de moderación que sigue a distancia al presidente candidato. A Aznar sólo le asalta una duda: ¿qué pasaría si Pujol perdiera? Pasarían muchas cosas. Pero hay una que en La Moncloa ha hecho brillar algunos ojitos: en las elecciones generales el PP catalán podría convertirse en el voto verdaderamente útil de la derecha y darle un resultado jamás soñado. Aznar y Pujol, como socios ocasionales que son, tienen muchos intereses comunes, pero también muchos intereses enfrentados. Entre ellos, un pedazo de parroquia común.
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