Amago de viraje electoral a babor
Las decisiones de expansión del gasto desbordan la voluntad restrictiva del Presupuesto
Como si hubiera sido elaborado en el laboratorio del doctor Frankenstein, el Presupuesto del 2000 parece construido con elementos de naturaleza contradictoria hilvanados sin sutileza. Los factores restrictivos se reducen a una moderación salarial de los funcionarios de efectos muy discutibles -el fondo salarial eleva considerablemente el tope del 2% pactado por los sindicatos- y a la ya tópica reducción del coste de la deuda, propiciada por el descenso de los tipos.Los factores expansivos son abundantes, aunque están disfrazados en algunas ocasiones y en otras simplemente se magnifican sus efectos. La relación de concesiones es fatigante: subida de las pensiones, aumento del gasto en políticas de empleo, disminución de las cotizaciones, crecimiento inmoderado de los gastos fiscales (el 19%), repentino interés en acrecentar la inversión en infraestructuras... El resultado no puede ser sino una política expansiva, un amago de viraje a babor pagado a medias con los excedentes de la política de rigor presupuestario acumulados durante 1997 y 1998 y con los hipotéticos excedentes que generará un más que voluntarioso crecimiento económico del 3,7% del PIB el año que viene. Poco verosímil
Injertar tendencias expansivas en esquemas restrictivos de financiación -hay que salvar el déficit- produce lógicamente incongruencias. Las del Presupuesto del 2000 comienzan en el cuadro macroeconómico que informa la generación de ingresos presupuestarios y permite la financiación de las políticas de gasto. Es poco verosímil que el año próximo la economía pueda mantener tasas de crecimiento del 3,7% -lo cual no significa que sea imposible-, por lo tanto es muy difícil que se obtengan excedentes de ingresos para financiar las decisiones sociales añadidas por las elecciones. Este es el cálculo más probable.
El Gobierno sostiene que en el 2000 la economía europea mejorará, el comercio internacional aumentará y la inversión en bienes de equipo subirá hasta el 11,1% desde el 8,6% actual. De forma que el modelo de crecimiento basado en una fuerte demanda interna y en una aportación negativa del sector exterior tenderá a equilibrarse. Así, la demanda interna caería al 4,6% y la aportación del sector exterior al PIB pasaría del -1,3% al -0,9%. Es una forma optimista de verlo y, en todo caso, es una apuesta poco prudente. Depende de evoluciones no controlables.
El despegue de la economía alemana puede demorarse, los tipos de interés en Europa pueden subir -la inversión en bienes de equipo indudablemente se resentiría- y todo el ejercicio especulativo para equilibrar el modelo de crecimiento con oxígeno del comercio exterior sería un fracaso.
La evolución prevista del consumo es otro ejemplo de indefinición peligrosa. El Gobierno sostiene que el año que viene la economía española crecerá lo mismo que en el actual (3,7%). Pero no está muy claro por qué lo cree así. En 1999, el consumo se alimenta del crecimiento del empleo y de la inyección directa en los bolsillos de los consumidores de 700.000 millones rebañados de la disminución de las retenciones. El año próximo la aportación de la rebaja de impuestos será de unos 200.000 millones, parte de ellos por mecanismos indirectos (más deducciones fiscales). Si el Gobierno cree que el empleo seguirá aumentando y además inyecta 200.000 millones en el consumo ¿no estará añadiendo combustible para alimentar la inflación?
Riesgo inflacionista
Y ya que se menciona la inflación, resulta notable la indiferencia con que este Gobierno afronta el hecho, ciertamente grave, de que el IPC anual esté en el 2,4%, muy por encima de la condición de estabilidad y muy alejado de la media de la UEM. El argumento de Rato, correcto o incorrecto, es de los que suben la adrenalina de los ortodoxos del Banco Central Europeo: "No estoy muy seguro de que estén más contentos en países que tienen una tasa de inflación del 0,6% y un bajo crecimiento que en países que están creciendo al 3,7% con una inflación del 2,4%". La coartada es conocida: a mayor crecimiento, más inflación. Lastima que haya de todo. Por ejemplo, países que crecen más que España con tasas de inflación inferiores.
Es difícil encontrar un Presupuesto tan contradictorio como el que ayer presentó Rodrigo Rato; y es más difícil analizarlo, porque las direcciones y tendencias son divergentes. Mucho hay que debatir y discutir de un Presupuesto en el que casi todo pende de hilos tan delgados como el coste del dinero en Europa -con expectativas firmes de que aumente-, y de que continúe la tasa de crecimiento de la economía por encima del 3,5% para generar excedentes que paguen todas las facturas. Todo ello con una inflación que nadie sabe como bajará desde el 2,4% actual al 2% previsto en el 2000. Todo, hasta la coherencia interna del Presupuesto, queda aplazado hasta después de las elecciones.
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