Bares de copas, madrugada y drogas
Los dueños de negocios que abren cuando los demás cierran niegan que en sus locales se consuma más que en otros
Abierto hace dos meses, el Alien (Marqués de Cubas) es el último after hours (local de madrugada) que se ha puesto de moda en Madrid. Su encargada es la hija del dueño del local, Vanessa Herrero, que además es la cantante del grupo de rock Mallory Knox, de reciente creación. Vanessa considera una hipocresía la idea que se tiene de que los jóvenes acuden a los after hours a drogarse. "Mucha gente llega al Alien muy puesta", reconoce, "y nosotros procuramos que aquí no sigan consumiendo drogas. Tenemos vigilancia por todo el local, y si vemos a alguien haciéndose una raya o fumándose un porro, sale a la calle. Las pastillas son más difíciles de controlar, aunque también tenemos vigilancia en los cuartos de baño". Son los baños los lugares más comunes donde los consumidores de pastillas (drogas de diseño) suelen consumirlas. El agua es muy importante para ello, ya que actúa no sólo como ayuda de su ingestión, sino como bebida isotónica que disuelve mejor en el organismo la sustancia química facilitando la absorción y rapidez del efecto deseado. Esto ha motivado que en algunos bares y discotecas se corte el agua de los grifos para obligar a los clientes a pedirla en la barra, a veces a precios más elevados que un whisky o cualquier otra copa.En el Alien, según Vanessa, eso no pasa: "Un botellín de agua cuesta 500 pesetas, aunque al principio lo cobrábamos a 700, que es el precio de la consumición mínima . Me daba no sé qué cobrar el agua tan cara". Aun así, algunos clientes tienen sus trucos, y los empresarios de este tipo de locales lo saben. "Cuando se les acaba el agua, vuelven al baño a rellenar la botellita", dice Vanessa Herrero, "y aunque esto no es bueno para el negocio, ya que se pasan muchas horas con un gasto mínimo, no podemos hacer nada".
Por definición, un after hours es un local con música - generalmente house, techno, máquina y bakalao, géneros distintos que los profanos suelen confundir- que abre sus puertas cuando las discotecas y bares cierran. Eso suele pasar a las seis o siete de la madrugada de los sábados y domingos. Y aunque los hay que se levantan de la cama para acudir a ellos, lo normal es que se nutran de jóvenes que llevan toda la noche de marcha. Eso hace que se piense que sin droga sea imposible aguantar el tipo, lo mismo que hay quien piensa que los ciclistas profesionales se meten de todo para aguantar tres etapas seguidas de dura montaña.
De la euforia a la depresión y el cansancio. Ése es el efecto que producen, según las fuentes médicas consultadas, las drogas de diseño. Los jóvenes suelen tomarlas para aguantar sin dormir entre 48 y 72 horas, pero cuando dejan de consumirlas, el cuerpo pasa factura por el exceso de actividad y por no haber dormido durante ese tiempo, informa Francisco Javier Barroso.
Las drogas de diseño están compuestas por derivados anfetamínicos y por ácido lisérgico (un alucinógeno), sustancias éstas que aumentan la secreción de adrenalina, por lo que también incrementan el nivel de alerta y de atención y reducen el sueño, según explica el doctor José Luis Dobato, neurólogo de la Fundación Hospital Alcorcón. Esa sensación de euforia genera además mayor confianza en los movimientos, lo que puede resultar peligroso si se conducen automóviles, según Dobato. Las drogas incrementan además la actividad circulatoria y respiratoria, con el consiguiente aumento del trabajo del corazón. "Al no estar homologadas sus composiciones, cada laboratorio clandestino puede mezclar las sustancias en distintas proporciones, por lo que los efectos varían de unas pastillas a otras", explica el jefe de la unidad de cardiología de la Fundación Hospital Alcorcón, Lorenzo López Bercós. Este aumento de la tensión circulatoria puede generar infartos o hemorragias cerebrales. "Son poco probables, porque las suelen tomar personas jóvenes, y sus venas y arterias en el cerebro son muy fuertes, pero es un riesgo que no se puede descartar", dice Dobato.
Suelen ingerirse con agua, ya que, si se tomaran con alcohol, éste eliminaría su efecto por ser un depresor del sistema nervioso. La mayor actividad física y el estímulo del centro de la sed hace que los consumidores beban más estando bajo sus efectos. Si no se bebe lo suficiente, el aumento de la sudorización derivaría en deshidratación y en un colapso. "Entre las secuelas importantes están los problemas motores, las hemiplejias sensitivas y en el lenguaje y un aumento de las epilepsias. Se han dado casos en que personas que no habían sufrido ataques, los han padecido tras ingerir estas sustancias. El problema más grave además es que todavía no se conoce cuáles serán sus efectos a largo plazo porque se consumen desde hace pocos años", concluye el neurólogo. Ana Bueno, que durante mucho tiempo ha sido la responsable del Midday, un lugar que marcó un hito en la historia de los after hours de la capital, quita hierro a la fama que tienen como lugares donde se va exclusivamente a consumir droga: "En el Midday no potenciábamos su uso, lo que no quiere decir que mucha gente viniera ya muy tocada". En el Midday, cerrado recientemente por decisión municipal, no sólo se escuchaba música techno y bakalao. Que sonara también rock, reggae o música étnica ahuyentaba a bakaladeros y pastilleros, que es como se conoce en el argot a los que frecuentan los after para escuchar bakalao o pulir (vender) pastillas. Sobre si los responsables de ese tipo de locales pueden hacer algo para impedir que la gente llegara en esas condiciones, Ana Bueno lo tiene claro: "Hacer cualquier cosa iría contra la libertad de cada uno, lo que no quita que dentro del local, si veíamos a alguien vendiendo pastillas o tomándolas, le echábamos".
"La gente, cuando está feliz, es más promiscua", asegura Ana Bueno para justificar eso de que la gente llegara a su local "ya muy tocada". Además de que acuden jóvenes que llevan toda la noche de marcha, a los after hours también va gente dispuesta a no acostarse en lo que dura el fin de semana. "Aquí entra gente con mochilitas", dice Vanessa, del Alien, "con la muda dentro y otra camiseta, pues no van a casa ni a cambiarse".
Para muchos de estos jóvenes, la diversión ininterrumpida empieza el viernes por la noche y dura hasta la hora de la siesta del domingo. En esas 48 horas puede pasar de todo, la ronda por los after hours es sólo una pequeña porción de ese tiempo de libertad sin ir al trabajo o a clase. "Adjudicarle toda la responsabilidad del aumento de la droga a los after hours me parece desproporcionado", asegura Francisco (no quiere decir su apellido), encargado del Back Stage. Este local de la calle de Jorge Juan es el único que mantuvo el horario de mañana cuando el Ayuntamiento cerró todos los after hours de Madrid y adquirió notoriedad cuando uno de sus porteros apareció implicado en el tiroteo que tuvo lugar en la puerta de la discoteca Friends, en la ronda de Toledo. "Lo dije en su momento y hasta en Informe semanal, hasta entonces ese portero a nosotros nunca nos había dado problemas y aquí siempre se había portado correctamente", confirma.
Para el encargado del Back Stage, el consumo de pastillas entre los jóvenes no cree que haya aumentado en los últimos tiempos, pero sí que "lo que toman ahora es cada día peor. Les vuelve muy locos y se ponen más agresivos". Sobre si eso perjudica su negocio, Francisco asegura: "Vigilamos para que nadie fume porros o se meta pastillas, pero nos han cortado las manos porque no somos agentes de la autoridad y sólo podemos llamarles la atención. Cuando tenemos problemas, siempre llamamos a la policía".
"No acepto que se diga que aquí toleramos que se vendan pastillas", se defiende Francisco, "y para eso hasta controlamos a nuestro personal. Aunque no tenemos mil ojos". Y es que los encargados de los after hours son conscientes de que por mucho que se esmeren en la vigilancia, siempre habrá un chaval tragándose una pastilla o un posible camarero haciendo la vista gorda a un amiguete que las pasa. "Es absurdo cerrar los ojos y decir que eso no ocurre", asegura Francisco, "los que quieren pillar, saben que aquí se pueden encontrar pastillas más fácil que en otros sitios". Pero no se sienten culpables por ello, incluso hay quien ve la bondad de los after hours de Madrid: "Por lo menos, desde que se toleraron aquí", asegura Francisco, "los chavales ya no se tienen que ir a Valencia a seguir la ruta del bakalao, con tantos accidentes de coche que provocó entonces". Y es que un chaval que consuma drogas de diseño es capaz de cualquier cosa con tal de no regresar a su casa. "Las pastillas no les dejan dormir. Cuando en la puerta del Back Stage no dejamos pasar a muchos porque está lleno el aforo o cosas así, se quedan en la acera sentados, aunque sean las diez de la mañana", comenta Francisco. "El Ayuntamiento debería dejar más after hours", considera Vanessa Herrero, "si no los chavales están por ahí y molestan más a los vecinos. Además, es indignante que el alcalde nos diga a qué hora tenemos que acostarnos".
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