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Una cuarta parte de los estudios que ofrecen las universidades no llenan las plazas Empiezan a proliferar aulas universitarias que sólo tienen tres o cuatro alumnos

El crecimiento del sistema universitario catalán no se corresponde con la demanda. Las aulas con tres o cuatro alumnos empiezan a proliferar. El 27% de los estudios que ofrecen las universidades públicas catalanas a los alumnos de primer curso no llenan las plazas disponibles en primera opción. Del total de 323 titulaciones que se imparten, 87 tuvieron una nota de corte de 5 el pasado de julio, lo que significa que el número de alumnos que pidió esta oferta era inferior al de plazas disponibles. El grupo de las filologías y los estudios de Derecho son algunos de los ámbitos en que mayor desfase de produce.

Cuando la Generalitat recibió la transferencia de la educación superior, en 1986, Cataluña contaba con tres universidades, todas ellas públicas y en el entorno de Barcelona, con un total de 110.000 alumnos. Los alumnos son ahora 170.000, pero el número de universidades casi se ha cuadruplicado: en estos momentos hay 11, siete de ellas públicas, dos privadas, una de carácter cooperativo municipalista y otra de tipo no presencial, de estudios a distancia. El paisaje universitario se ha transformado radicalmente en algo más de una década y a base de 120.000 millones de pesetas, la mitad de los cuales son deuda asumida por las tres viejas universidades barcelonesas, que acogen a 125.000 alumnos (más del 70% del total). Las nuevas universidades públicas de Girona, Lleida y Tarragona han servido para transformar los centros urbanos de estas ciudades, misión a la que también ha contribuido la barcelonesa Pompeu Fabra. Desde 1986 hasta la segunda mitad de esta década, el número de alumnos siguió creciendo, lo que justificaba el modelo de expansión. Pero en 1997 empezó a repercutir en las aulas el descenso demográfico y el edificio empezó a mostrar las primeras grietas. Unas grietas que, obviamente, responden a una decisión política sobre la estructuración del territorio. Se desconocen las cifras, porque el Ejecutivo catalán y las universidades son muy celosos a la hora de desvelar sus interioridades, pero el propio Comisionado para Universidades ha reconocido que en algunas de ellas quedaban vacías hasta 200 plazas en carreras como Derecho. Al tiempo que aumenta el número de alumnos que obtienen plaza en los estudios de primera opción, que ronda el 90%, se incrementa el de plazas vacías en las aulas. Algunos casos son especialmente llamativos. Las filologías, por ejemplo. Todas las universidades ofrecen estos estudios. Hay 27 departamentos de filología; de ellos, cinco imparten filología catalana; cinco, hispánica; cuatro, inglesa; tres, francesa, y dos, clásica, y hay uno por cada una de estas especialidades: alemana, eslava, gallega, hebrea, italiana, portuguesa, románica y árabe. El caso de la gallega y la portuguesa, ambas de la UB, es paradigmático, ya que cada una de ellas tuvo dos alumnos el curso pasado. La francesa, a la baja últimamente, es otro de los casos curiosos. En Lleida nunca ha tenido más de cinco alumnos, dos el último curso y uno solo éste. En todas las filologías, a excepción de las dos hispánicas de la UB y la UAB, de la catalana de la UB y de las inglesas de la UB y la UAB, la nota de corte fue un 5, es decir, la demanda de plazas está por debajo de la oferta. Otro tanto sucede con la carrera de Derecho en las universidades de Lleida, Tarragona y Girona. La primera, que dispone de 290 plazas, el año pasado no ocupó ni un centenar. El caso de las filologías de las dos grandes universidades de Barcelona responde a un proceso que viene de lejos y que exige rectificación, según reconocen ambas, pero en las nuevas universidades periféricas se han creado estos estudios a sabiendas de que que no iban a llenar las aulas. Lo sorprendente es que, con menos de una década de existencia, estas universidades ya muestren estos desajustes estructurales.

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