Competir con el corazón de 'otro'

Se puede vivir plenamente con un órgano trasplantado. Éste es el mensaje que han lanzado los 2.000 deportistas, entre ellos 30 españoles, que han participado en los XII Juegos Mundiales de Trasplantados, celebrados recientemente en Budapest (Hungría). Expertos en medicina del deporte y especialistas en trasplantes apuestan por que estas personas practiquen, de forma controlada pero exigente, ejercicio físico de competición. Los primeros estudios apuntan hacia una mejora en la salud del órgano trasplantado.

Si el deporte de competición requiere de esfuerzo, hacerlo con un implante de corazón, riñón o pulmón es de auténtico mérito. Pero para estos deportistas correr contrarreloj los 1.500 o nadar 200 metros libres es algo normal. Los médicos, además, lo recomiendan, porque un ejercicio físico riguroso previene contra complicaciones del injerto.Joan Morell, metalúrgico de Navàs (Barcelona), es uno de los líderes de la selección española de trasplantados. A sus 33 años, nada los 50 metros libres en 29 segundos. Este trasplantado de riñón ha conseguido cuatro medallas -dos de plata y dos de bronce- en las pruebas de natación de Budapest. Morell bromea con sus compañeros por su fama de segundón: "Mi bestia negra es un americano. Una vez me acerqué a él en la ducha para ver si tenía la señal de algún trasplante, y no supe verle la cicatriz...". El "humor negro", tal como ellos mismos lo definen, es habitual entre ellos. "Fue a lo primero que tuve que acostumbrarme", reconoce Tania Verdaguer, uno de los preparadores físicos que cuida de los catalanes de la selección en las pistas de la Universidad de Barcelona (UB).

Como explica Verdaguer, a este tipo de deportista "hay que controlarle los problemas tendinosos y de sobrecarga de los gemelos". Los trasplantados toman a diario un inmunosupresor y un cortisona para minimizar el riesgo a un rechazo del injerto. Pero les provocan efectos secundarios y trastornos del metabolismo: intolerancia a la glucosa, obesidad, hiperlipidemia, hipertensión arterial, hipercatabolismo proteico, trastornos de la regulación del potasio e interferencias en el metabolismo de la vitamina D.

Uno de los índices que más se vigila es la densidad mineral ósea, ya que la medicación incrementa la posibilidad de que aparezca una osteoporosis. Pero lo más importante es que la suma de todos estos efectos secundarios incrementa el riesgo a una enfermedad cardiovascular.

La doctora Mariona Violán, especialista en medicina deportiva, es la responsable del servicio médico de la UB que controla al club de trasplantados de Cataluña. Para determinar un entrenamiento adecuado, este servicio realiza a cada atleta una completa analítica, así como un estudio antropométrico, una prueba de esfuerzo para analizar la capacidad anaeróbica y un análisis neurológico.

Según Violán, "aplicamos un seguimiento similar al de los deportistas de élite". Pero aquí los deportes de contacto están prohibidos. Los trasplantados de corazón por cuestiones obvias y los de riñón, los más numerosos, porque además presentan fístulas en los brazos, unos bultos prominentes fruto de la unión entre una vena y una arteria que sirven para conectarse a la máquina de diálisis.

El nefrólogo Miguel Ángel de Frutos, coordinador de trasplantes en el hospital malagueño Carlos Haya, tiene claro que estos deportistas "mejoran su salud y el órgano les dura más tiempo". Pero todavía no hay estudios completos. La doctora Violán y otros miembros del Departamento de Medicina del Deporte y de la Unidad de Trasplantes Renales de la UB han adelantado unos primeros datos, pioneros en España, en el último encuentro del American College of Sports Medicin: los trasplantados deportistas reducen cerca de dos puntos (según la escala de Borg) su fatiga, la resistencia física aumenta un 10%, la frecuencia cardiaca se reduce un 5%, el consumo de oxígeno mejora levemente y, cómo no, los atletas bajan peso.