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La OTAN planificó en secreto una invasión terrestre de Yugoslavia

A primeras horas de la mañana del 27 de mayo, la policía alemana bloqueó todas las calles a lo largo de la carretera que une el aeropuerto de Bonn con el hotel Bristol. Incluso los pocos despiertos a las tres de la mañana no podían imaginarse quién iba en ese coche a toda velocidad. La guerra de Kosovo ya llevaba nueve semanas, y el secretario de Defensa de EEUU, William Cohen, había volado desde Washington para discutir una posible invasión de Yugoslavia. En la reunión participaron los ministros de Defensa del Reino Unido, Alemania e Italia.

Después de seis horas y media de debate, los cinco ministros alcanzaron un acuerdo: sus Gobiernos debían decidir si enviaban tropas de tierra, y debían decidirlo en pocos días. Desde el inicio de la campaña aérea de 78 días sobre Yugoslavia, el presidente de EEUU, Bill Clinton, declinó públicamente la posibilidad de una campaña terrestre. En cualquier caso, los preparativos secretos para una invasión eran abundantes, y progresaron más de lo que se dijo.Aprovechando en parte las relaciones clandestinas con el Ejército de Liberación de Kosovo (ELK), los responsables de la Alianza Atlántica probaron las defensas serbias. La OTAN intentaba construir un pasadizo si llegara el caso de la intervención terrestre. Los aliados consideraron aportaciones de soldados en caso de que el presidente yugoslavo, Slobodan Milosevic, dimitiera de manera inesperada. Clinton y sus aliados de la OTAN nunca dieron el sí final a la invasión. Pero Milosevic podría haber pensado lo contrario.

Cuando los rebeldes albanokosovares lanzaron su principal ofensiva a finales de mayo -con el total conocimiento y apoyo de la OTAN-, Milosevic y sus generales parecieron haber concluido que la OTAN estaba a punto de acometer un ataque. Este hecho, creen ahora los comandantes de la Alianza, fue un factor importante en la repentina claudicación del presidente yugoslavo.

El 24 de marzo, el primer día de la guerra, Clinton prometió en una comparecencia por televisión desde el Despacho Oval: "No quiero poner nuestras tropas en Kosovo". Pero sólo unas semanas después, a mediados de abril, el general Wesley Clark, comandante supremo de la OTAN en Europa, habló con los generales de EEUU y Reino Unido para discutir las posibilidades de una invasión.

Aunque los dirigentes políticos de la OTAN no habían autorizado planear una invasión, el consejero de Seguridad de Clinton, Samuel Berger, persuadió al secretario general de la OTAN, Javier Solana, para que permitiera las conversaciones secretas de Clark. Parte de las intenciones de Clark eran conseguir apoyo en EEUU para desarrollar un plan de invasión.

El general no estaba solo. Poco antes del 50º aniversario de la OTAN, según un consejero de Clinton, el presidente estaría dispuesto a enviar tropas de tierra si fracasaba la campaña aérea. A mediados de mayo, Clark disponía de un plan preliminar de ataque desde Albania que precisaba de 175.000 soldados. Clark viajó a Washington para conseguir la aprobación del presidente y tener las tropas en el terreno el 1 de septiembre. Pero la Casa Blanca quería posponer la decisión lo más posible. Los consejeros de seguridad de Clinton eran más proclives a la invasión que el Pentágono. Para finales de abril, los agentes de la CIA y de la OTAN en Kukes (Macedonia) y Durres (Albania) ayudaban a los rebeldes, disgregados y mal equipados, para que facilitaran información. La campaña aérea se recrudecía. El misterio que persiste es por qué Milosevic decidió retirarse de Kosovo en junio. Un factor es la devastación de su territorio por los bombardeos aliados.

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