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El canciller chileno planta a sus homólogos de Iberoamérica para no encontrarse con Matutes

Las relaciones entre Chile y España bajaron ayer otro peldaño. El ministro de Asuntos Exteriores chileno, Juan Gabriel Valdés, no asistió al desayuno de los ministros iberoamericanos, organizado por Cuba como anfitrión de la próxima cumbre de La Habana, probablemente para no encontrarse con el español Abel Matutes, con el que tiene una entrevista bilateral mañana. Portavoces españoles indicaron que esta entrevista fue solicitada por los chilenos y Matutes declaró que, de no comunicarse la cancelación de la entrevista, él mantiene en su agenda la reunión prevista para el miércoles.

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Ante la actitud de Valdés en el caso Pinochet -el domingo declaró que no tenía nada que hablar con España-, portavoces españoles aseguraron que la reunión prevista para mañana con Abel Matutes la solicitaron los chilenos. EL PAÍS pudo leer el documento -nota verbal en lenguaje diplomático- que, fechado el pasado 30 de agosto, se recibió en la misión española ante la ONU solicitando la entrevista. La irritación es palpable en la delegación diplomática española, que considera que Chile está llevando demasiado lejos una polémica esencialmente jurídica, en la que el Ejecutivo español no tiene margen de maniobra. "Se está convirtiendo en una sucesión de despropósitos", señala en privado Matutes.

Una vez que el Gobierno chileno ha aceptado que no le queda más recurso que acudir al Tribunal Internacional de La Haya para dirimir la jurisdicción del caso Pinochet, la estrategia de la diplomacia española apunta a no alimentar la polémica, a efectos de limitar los daños que la crisis pueda causar en otros ámbitos.

Matutes intenta también enterrar la discusión surgida por el sondeo que hizo a la oposición sobre si sometía a consulta del Consejo de Estado la propuesta de arbitraje de Chile. Pero el caso Pinochet no sólo está causando estragos en las relaciones diplomáticas con Chile, sino también en la pretensión de José María Aznar de estrechar los lazos del PP con partidos liberal-conservadores latinoamericanos. En ese esquema, el presidente chileno, el democristiano Eduardo Frei, era junto al presidente colombiano, Andrés Pastrana, uno de los principales socios de Aznar.

En medios diplomáticos españoles se subraya que la reacción chilena ha sido mucho más dura con España que con el Reino Unido, en las manos de cuyo Gobierno sí está la posibilidad de decidir el destino del exdictador. Tras el anuncio de Chile y Argentina de que no acudirán a la Cumbre de La Habana, como protesta por el caso Pinochet, España se esfuerza ahora en ayudar a Cuba para que ésta sea un éxito. La diplomacia sigue con especial atención la actitud del presidente de Costa Rica, Miguel Ángel Rodríguez, quien ha anunciado que decidirá su asistencia cuando el comandante Fidel Castro le conteste la carta que le ha enviado.

En Nicaragua y El Salvador, cuya asistencia también es dudosa, hay un fuerte lobby cubano, aunque éste último país está pendiente de la decisión sobre la condena a muerte de dos salvadoreños que colocaron bombas en hoteles de Cuba.

En el desayuno de ayer se sucedieron las intervenciones en favor de la presencia de todos los Jefes de Estado y de Gobierno en la cumbre de La Habana.

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