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Con las mejores intenciones

Andrés Ortega

Desde el fin de la guerra fría, la comunidad internacional -con Estados Unidos a la cabeza- ha crecido en su intervencionismo, militar y diplomático. Pero si esta tendencia resulta justificable, no deja de tener aspectos oscuros e indeseables. A menudo estas intervenciones se hacen mal o llegan tarde, y en el camino, por falta de previsión o de prevención, pese a sus mejores intenciones, generan sufrimiento entre aquellos a los que se pretende ayudar. Este mundo está ganando en capacidad de intervención, pero carece aún de los instrumentos, institucionales y otros, necesarios para resolver las situaciones antes de que se degraden; incluso para anticiparlas.El caso de Timor Oriental puede ser paradigmático a este respecto. La ONU impulsa y organiza la celebración de un referéndum sobre la independencia de Indonesia de la antigua colonia portuguesa. Y cuando llega el resultado -contrario a las tesis de Yakarta- ocurre lo que se temía: las milicias proindonesias se dedican a aterrorizar, asesinar, o echar a la población, sin que la ONU hubiese tomado las medidas de seguridad necesarias para evitarlo, confiando en que lo haría el Ejército indonesio, que era parte de la ecuación. Llega tarde la fuerza multinacional a desfacer el entuerto. Pues mucho daño se ha hecho ya. En Kosovo ocurrió algo semejante, aunque son casos diferentes. La intervención de la OTAN provocó en un primer momento la aceleración de la limpieza étnica de ese territorio, sin que se hubieran tomado medidas al respecto. El principio de esa intervención, llegado ese momento, estuvo plenamente justificado, sin entrar por ello en la importante cuestión de su no legitimación por el Consejo de Seguridad. Pero aún cabe pensar que, con otra política, se hubiera podido evitar. Lo mismo que la guerra del Golfo, si Irak no se hubiera convencido de que podía impunemente invadir Kuwait.

Contando sólo las operaciones avaladas o dirigidas por la ONU, en los 40 años de la guerra fría, de 1948 a 1989, se dieron 15 de estas intervenciones militares. En los diez años desde la caída del muro de Berlín, más de 30. Es verdad que el fin de la guerra fría ha servido para revitalizar a la ONU y su Consejo de Seguridad. Pero tras un primer momento, las operaciones de las Naciones Unidas (dirigidas por ella) han dejado paso a operaciones multinacionales, con un mandato (si acaso) del Consejo de Seguridad, como en Timor. La ONU no puede ya asumir estas misiones, por falta de medios, de acuerdo y de eficacia de mando. Otros elementos alimentan también este nuevo intervencionismo, como el creciente impacto, en estos mismos años, de los medios de comunicación, eso que se ha venido a llamar el efecto CNN, estrechamente vinculado al desarrollo del concepto de derecho o deber de injerencia por razones humanitarias.

Ahora bien, las razones humanitarias, indica el británico Adam Roberts, a menudo sirven de guía para buscar una salida a situaciones que se han envenenado por falta de medidas preventivas. Y ello es así porque, a menudo, "a los Estados les resulta más fácil ponerse de acuerdo sobre una acción humanitaria imparcial que decidir una política sustancial para resolver el conflicto". En estos casos se interviene después, porque no hay acuerdo antes, lo que no mejora la tasa de éxito.

Evidentemente, este nuevo intervencionismo puede tener un efecto disuasorio para otros conflictos, del mismo modo que esa otra dimensión del problema, que será la Corte Penal Internacional, también busca un efecto similar, y no sólo a posteriori. Estarían también los efectos no previstos de cualquier intervención militarmente simplificadora en conflictos especialmente complejos porque en su mayoría son guerras civiles. Pero incluso sin tales consideraciones cabe apreciar que este nuevo intervencionismo está llevando a situaciones que no se podrán multiplicar sin límite: pues donde ha tenido éxito la intervención o misión de paz -en el Golfo, Bosnia, Kosovo o, previsiblemente, ahora en Timor- las fuerzas internacionales se han tenido que quedar mucho tiempo después para garantizar la paz. ¿Hasta cuándo? ¿Hasta dónde?

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