Homenaje a José Parés

La cuarta edición del Festival Internacional de Ballet de Miami se abrió anteayer con un sentido homenaje al maestro y coreógrafo puertorriqueño José Parés, uno de los más prestigiosos preparadores de estrellas del ballet académico de nuestro tiempo.El evento de La Florida cuenta esta vez con más de 60 artistas que desempeñan en sus respectivas compañías papeles protagónicos y solistas, con la presencia española de María Jiménez y Carlos López, que ya dieron muestras de su talento y pujanza en la gala inaugural al bailar una difícil y comprometida pieza de Balanchine.

Entre otros artistas de gran fuste está aquí la checa Daria Klementova, del English National Ballet, y el argentino de origen vasco Iñaqui Urlezaga, estrella descollante del Royal Ballet londinense. La pareja que representa al Ballet de la Ópera de Viena, Alexandra Kontrus y Tomas Solymosi, también han despertado expectación y aplausos al bailar una versión del Adagietto de Mahler, coreografiado por su director, Renato Zanella. En dos larguísimas galas podrán ser vistos un total de 60 primeros bailarines de toda América y Europa, que llegan aquí acompañados de sus directores y maestros, en una feliz idea de encuentro y participación de las partes esenciales de los grandes ballets del repertorio, hasta el punto de que ni aburre ni carga el encontrarnos con distintas versiones de los mismos eternos fragmentos. El festival se completa con clases magistrales y, entre otros, la exposición de murales fotográficos del fotógrafo español Jesús Castañar, que recoge imágenes de la edición del año pasado. Al mismo tiempo que pueden verse las páginas eternas del siglo XIX franco-ruso en ballet, también se tiene acceso a creaciones actuales que usan de la técnica académica como vocabulario y expresión.

El homenaje a José Parés fue realmente emotivo al encontrarse en la sala algunos de sus antiguos discípulos, repartidos por todo el mundo, entre ellos la primera bailarina cubana Rosario Suárez. El maestro agradeció con unas breves palabras el estar en Miami, "un punto de encuentro mágico y moral para el ballet internacional".