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El presidente de Argelia busca legitimidad en el referéndum por la paz

Juan Carlos Sanz

"¿Está usted de acuerdo con la política del presidente para restaurar la paz y la concordia civil [en Argelia]?". Más de 17 millones de votantes le darán la respuesta mañana a Abdelaziz Buteflika, a los cinco meses de su polémica elección en unos comicios boicoteados por la oposición. Agobiados por 100.000 muertes en siete largos años de guerra civil larvada, es seguro que los argelinos dirán sí a la paz en el referéndum para ratificar la Ley de Concordia Civil, a la que se han acogido ya más de 300 integristas armados. Pero el presidente de Argelia, que ha amenazado con dimitir si no logra un claro respaldo en las urnas, confía también en consolidarse en el poder gracias a una masiva participación electoral.

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Aunque esta pregunta no ha sido planteada abiertamente, los votantes del país magrebí han demostrado de sobra que la abstención es su castigo favorito para un gobernante. En cinco convocatorias electorales celebradas en menos de cuatro años -presidenciales en 1995, referéndum constitucional en 1996, legislativas y locales en 1997, y las presidenciales del pasado 15 de abril-, los argelinos han expresado su desaprobación al poder dando la espalda a las urnas, sobre todo en la región de la capital y en la Kabilia, de mayoría bereber.Un sondeo publicado por el diario El Jabar predice que la tasa de participación rondará el 85% del censo, con un voto a favor del sí superior al 87%. En todo caso, la wilaya (provincia) del Gran Argel volvería, según la misma fuente, a registrar el mayor índice de abstención, con el boicoteo a las urnas de uno de cada cinco votantes.

Buteflika se ha lanzado en las tres últimas semanas a una frenética gira por provincias para convencer a los indecisos de que hay que "restablecer la paz cueste lo que cueste". Cuenta además con el apoyo de los mítines organizados por la coalición gubernamental de partidos conservadores e islamistas moderados, que acapara el 80% de los escaños del Parlamento, y del partido nacionalista bereber Agrupación por la Cultura y la Democracia, cuyo líder, Said Sadi, ha pasado de ser uno de los máximos representantes de la lucha contra el integrismo a convertirse en aliado del proyecto pacificador de Buteflika.

La Asociación Nacional de Familiares de Víctimas del Terrorismo también se ha sumado a los partidarios del sí, siempre que "los hijos de los terroristas muertos no sean equiparados en derechos con los que defendieron la República", según su presidenta, Zhora Flici.

Aunque en la práctica casi ningún partido u organización ha hecho campaña por el no, el Frente de Fuerzas Socialistas (FFS, con fuerte implantación en Argel y en la Kabilia) ha calificado de "mascarada" el referéndum sobre la Ley de Concordia Civil, ya que no garantiza "la reconciliación de los argelinos". Para el FFS, Buteflika sólo pretende librarse de su "déficit de legitimidad popular" y recibir en las urnas "un cheque en blanco" para su política.

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Pero el principal apoyo indirecto al programa de concordia civil del presidente argelino parece proceder del ilegalizado Frente Islámico de Salvación (FIS), cuya dirección en el exilio califica el referéndum como "la primera piedra en la construcción del edificio de la paz". Sin embargo, otros líderes del partido islamista que estuvo a punto de llegar al poder en Argelia antes de que estallara la violencia, como el imam Alí Benhadj, encarcelado en la prisión militar de Blida (50 kilómetros al sur de Argel), se han negado a respaldar el sí.

La Ley de Concordia Civil, aprobada por el Parlamento y promulgada por Buteflika a comienzos de julio, supone de hecho una amnistía para los "implicados en acciones de terrorismo y subversión" que se entreguen a las autoridades antes del próximo 13 de enero. Quedan excluidos quienes hayan cometido "delitos de sangre, violaciones o atentados con bomba en lugares públicos", aunque en los dos primeros supuestos pueden ver reducida su condena.

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Sobre la firma

Juan Carlos Sanz
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.

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