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BARCELONA

Cumbre de Tomás con el toro 'Ganador'

José Tomás había estado lucido con su primero, que repetía y que se agotó algo al final de una larga faena, en la que el de Galapagar aguantó y ligó. Con la muleta en la zurda, el astado le volteó sin consecuencias y volvió a la cara de su enemigo con la muleta en la misma mano. Con el colofón de sus características manoletinas y una entera fueron a parar a sus manos las dos orejas. Tomás mejoró lo hecho anteriormente en su completa lidia al sexto, un extraordinario ejemplar de Joaquín Núñez, bravo en varas y boyante en la muleta, arrancando de lejos a los engaños y resistiéndose a morir al final, más allá de la raya. José Tomás lo lanceó con gran quietud a la verónica, hizo que su picador, El Legionario, midiese adecuadamente el castigo, quitó por chicuelinas lucidamente y, después de brindar al público, su muleteo fue una auténtica sinfonía una cumbre torera, el vibrante y solemne encuentro de un gran toro y un gran torero. Estatutarios, derechazos, naturales, adornos, manoletinas y una estocada hasta la bola, con lenta muerte del bravo Ganador, número 34, negro mulato, de 567 kilos. Se desbordó justamente el entusiasmo, y ahí el único que no estuvo a la altura de las circunstancias fue el presidente, que no accedió a la unánime petición de rabo y tampoco sacó el pañuelo azul para dar la vuelta al ruedo a Ganador.

Núñez, Torrealta / Espartaco, Rivera, Tomás

Toros: 1º, 5º y 6º de Joaquín Núñez y 2º, 3º y 4º de Torrealta: desiguales de presencia, cornamentas y juego.Espartaco: aviso y aplausos; ovación. Rivera Ordóñez: silencio y vuelta al ruedo. José Tomás: aviso y dos orejas; dos orejas y petición de rabo; salió a hombros por la puerta grande. Plaza Monumental, 12 de septiembre. Tres cuartos de entrada.

Espartaco tuvo enfrente en primer lugar un ejemplar noble y soso que parecía tener problemas en la vista. El de Espartinas lo templó con mimo y toreando despacio, pero allí no había emoción posible. El cuarto fue un buen toro, de suave embestida, pero que fue perdiendo gas al final del largo muleteo. Espartaco le instrumentó un bonito principio de faena, siguiendo con decisión y temple por ambas manos. Dos pinchazos antes de una estocada corta hicieron que se difuminase el posible trofeo.

El primero de Rivera Ordóñez fue un astado impresentable, de aspecto anovillado y justamente protestado. El quinto iba y venía, aunque no de forma totalmente franca y entregada. Rivera lo había saludado con una larga cambiada en el tercio, y luego, con la muleta, mostró decisión y valor, pero hubo más cantidad que calidad, acabando por aburrir.

Al lado de la sinfonía torera de José Tomás, el resto pareció música de acompañamiento. El de Galapagar coronaba así una triunfal temporada en Barcelona: tres corridas, once orejas y tres puertas grandes.

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